Diario Córdoba

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Manuel Muñoz Rojo

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Manuel Muñoz Rojo

Madre reina

Qué vida más dura ha tenido la difunta reina Isabel II. Afortunadamente me equivoqué cuando le dije a mi madre que duraría tanto como la reina de Inglaterra, pues aquella con su gin-tonic acabó sus días y mi madre toma de vez en cuando una copita de anís dulce de Rute que le acomoda la garganta a sus noventa y cinco años y le ayuda con los achaques. Mi madre ha mantenido unido el pequeño imperio familiar durante cerca de setenta años. Aprendió a leer y escribir porque le enseñaron sus padres en la casilla de la Vega. Con sus humildes conocimientos logró que José Torrontera, director del Monte, le abriera una cartilla donde ingresaba los pequeños ahorros. Logró, primero, comprarse una máquina de coser Singer con la que cosía la ropita de sus seis hijos; después, la lavadora y ya no tuvo que dejarse los nudillos en el lavadero; más tarde, el frigorífico, que alivió las tareas de la cocina y, por fin, la tele en blanco y negro. Amplió su casita con un salón; no para el té, sino para la tele.

Se casó con un vestido blanco prestado por una vecina y lució guantes del mismo color, por primera y última vez. Desde entonces, sus manos cocinaron, fregaron, plancharon, limpiaron, compraron, y no pararon jamás. No tuvo ni por asomo ni uno ni cinco mil sombreros, pero la recuerdo con un sombrero de paja blanqueando las habitaciones, el patio y la fachada. Bolsos no tuvo nunca pero sí un monedero de cierre de pellizco que ella controlaba como la caja fuerte de Buckingham. Sabía perfectamente cuántas pesetas guardaba para el pan, la leche, las compras rutinarias, el pago de la luz y los muertos. Bendito sea Dios, pagando la muerte toda la vida. Siempre limpios, la casa y los hijos. Relamidos con agua y bien peinados. Lo ordenaba y controlaba todo. Era la capitana general con un mando en plaza y un arma sutil, la voladora zapatilla que siempre daba en la nuca y jamás nos hizo daño.

Nunca fue neutral. La Democracia le sentó bien desde el primer momento. Sabe cuál es su opción política, lo que vota y a quién vota. A pesar de la dificultad para andar, enérgicamente, nos mandó que la llevásemos a votar en las últimas elecciones generales. Con su papeleta en la mano y su monedero saludó a la mesa y les dijo «hasta la próxima, porque mientras viva vengo a votar». Hoy, a sus cerca de cien años, tiene una paguita mensual pues cotizó el régimen agrario, y una joven del servicio de ayuda a domicilio la asiste. Es la madre que reina por amor.

* Historiador y periodista

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