Diario Córdoba

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Antonio Gil

para ti, para mí

Antonio Gil

La comunidad educativa, llamada a mejorar la sociedad

Desde la fe, tiene como misión transformar el mundo, construir una humanidad nueva, a partir del modelo de Jesús de Nazaret

Se alza el telón del nuevo curso académico 2022-2023, los colegios abren sus puertas de par en par y las aulas se pueblan de alumnos, que conforman junto a las familias y el profesorado, la comunidad educativa, que está llamada a mejorar la sociedad. Y desde la orilla de la fe, tiene como misión transformar el mundo, construir una humanidad nueva, a partir del modelo de Jesús de Nazaret. La comunidad educativa debe propulsar un tipo de ciudadanos nuevos, capaces de tomar las riendas en su momento para conseguir una nueva sociedad que alcance las mejores cotas de convivencia y desarrollo, en aras siempre del bien común.

En tiempos remotos, las viejas generaciones escuchamos una especie de eslogan que ponía de relieve el principal destello de la labor educativa, consistente en una pregunta y una respuesta: «¿Qué es lo primero que hace falta para enseñar Latín a Juan? Lo primero que hace falta para enseñar Latín a Juan, no es saber Latín, sino querer a Juan». Por eso, el papa Francisco contempla las escuelas con una mirada trascendente y esperanzada: «Si nuestras escuelas no son el espacio donde se está creando otra humanidad, donde arraiga otra sabiduría, donde se gesta otra sociedad, donde tienen lugar la esperanza y la trascendencia, estamos demorando un aporte único en esta etapa histórica. Si en ellas, no se privilegian la «palabra» y el «amor» sobre los mecanismos del dominio y la rivalidad, no podemos hablar de escuela cristiana.

Educar será, entonces, mucho más que ofrecer conocimientos: será ayudar a que nuestros chicos y jóvenes puedan valorarlos y contemplarlos, puedan hacerlos carne. Supone un trabajo no solo sobre la inteligencia sino sobre la voluntad». Las palabras del Papa iluminan el horizonte y subrayan con fuerza la esencia misma de la labor educativa. Somos plenamente conscientes de que los hombres tenemos la vida siempre por hacer, los ciudadanos tenemos la sociedad siempre por configurar y los creyentes tenemos nuestra fe siempre por realizar. Esta tarea, permanentemente abierta, muestra en cada momento unas posibilidades y unas amenazas, unos desafíos y unas tentaciones. Descubrir unas y otras es nuestra primera responsabilidad como seres alertas a nuestro destino.

Olegario González de Cardedal, gran teólogo, afirma que «un país necesita ser animado y no solo gestionado, ilusionado y no solo regido, orientado hacia metas últimas y no solo a las conquistas de cada día. Tiene que revivir y actualizar la ejemplaridad de las grandes personalidades que lo crearon en sus órdenes espirituales; esos que nutren los sueños, por los que vale la pena luchar y que otorgan la alegría de existir». Mañana, la ciudad cambia en buena parte su semblante callejero, con las entradas y salidas de los colegios. Nuevas caravanas infantiles y juveniles ocupan sus pupitres, conocen a sus profesores y se disponen a ser «estudiantes», es decir, a conseguir una formación que les prepare y capacite para ejercer su profesión y realizar, en su momento, el cambio generacional. La comunidad educativa ha de estar atenta a esos tres «peligros» que nos envuelven y nos golpean con fuerza: «El desánimo, el malestar social y la desorientación de muchos ciudadanos que ahora dirigen su mirada a propuestas utópicas y populistas, que unas veces son arcaicas y otras totalitarias». A la vista están, con descaro propagandístico, a todas horas y por todos los medios.

Ojalá este nuevo curso escolar ofrezca no sólo conocimientos, sino valores; no sólo datos, sino latidos; no sólo ciencia, sino la sabiduría que incluye una filosofía practica, una ética, un saber orientarse en la vida. La «escuela» deberá ser siempre un espacio de transmisión de conocimientos, de saberes y de valores, ya que su objetivo fundamental es la formación integral de personas. Su función es ayudar al alumno a comprenderse a sí mismo, a interpretar el mundo y a discernir entre el bien y el mal. Así de claro, así de importante.

* Sacerdote y periodista

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