Diario Córdoba

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Industrialización y capital cultural rural

Conviene revisar los procesos de modernización en términos de sostenibilidad y coste de oportunidad

Los procesos industriales, mal aplicados y entendidos, especialmente en lo que respecta a ciertas actividades tradicionales o históricas, conviene que sean revisados y analizados en términos no solo de sostenibilidad, tanto medioambiental como económica, sino también de coste de oportunidad. Dejar atrás activos que ha costado mucho esfuerzo crear, mantener y mejorar, generación tras generación, algunos de ellos milenarios, de una forma acelerada y probablemente destructiva, tal como está ocurriendo con una parte importante del legado cultural rural, especialmente en los últimos 60 años, es decir, una levedad temporal en comparación con su antigüedad solo puede ser muestra de una muy alta inconsciencia social o colectiva.

Existen actualmente evidentes problemas de gestión del territorio, como por ejemplo el alto grado de devastación de los incendios forestales, la escasez de recursos hídricos, la ruptura del equilibrio de las especies en ecosistemas de alto valor natural, la mayor parte mantenidos y creados por la mano del hombre, y estos y otros problemas similares están claramente relacionados, de forma directa, con el abandono propiciado tras el éxodo rural y la sustitución de prácticas de manejo tradicionales equilibradas, en pro de otras nada equilibradas ni sostenibles, solamente más rentables a corto plazo y nada a largo plazo.

Y aunque la industrialización supuso una auténtica revolución en su momento, debemos administrar y mantener eficientemente su legado, controlando y anulando en la medida de lo posible los efectos secundarios indeseables, muchos de los cuales ya se empiezan a mostrar en unos niveles de saturación que amenazan con hacer inviable su mantenimiento en una era posindustrial, marcada por la digitalización y la robotización, pero que se sustenta en las bases de la anterior, como una clara evolución de la misma y es hiper consumidora de recursos medioambientales y energéticos, hasta el punto de la destrucción o agotamiento de los mismos.

La sustitución de técnicas productivas por otras más novedosas es fruto de la innovación, aumenta la productividad y es imprescindible para actualizarse y pervivir en el tiempo, algo que debe tener en cuenta el mundo rural para garantizar su futuro, pero el desplazamiento en bloque no solo de esas técnicas, sino de la cultura en su conjunto, es lo que puede ser el origen del problema, es decir, quizá en el ámbito cultural esté la clave para intentar revertir los problemas del éxodo rural y el abandono de los pueblos. La economía y la bipolarizada e ineficiente ordenación del territorio, al menos en términos de gestión y aprovechamiento de recursos, que deja vacía a la mayor parte de España saturando al resto en megaciudades con una más que discutible calidad de vida, son consecuencias evidentes de un cambio de calado mayor, que se refiere a la cultura y al modo de vida de sus habitantes.

El capital cultural de cualquier tipo, también en constante evolución y adaptación, debe seguir su propio proceso de ajuste temporal, para no caer en la obsolescencia, pero la acumulación de este a lo largo de la historia supone una necesidad de gestión e interpretación del mismo que va más allá de un uso lúdico y turístico, como un vestigio del pasado sin más valor que el representativo. Hay ejemplos claros que deben ser considerados, a la vez que actualizados, para garantizar la pervivencia de sus beneficios sin las fricciones que puedan suponer ciertos anacronismos. El valor ecológico, económico y por supuesto medioambiental es indiscutible en ecosistemas como la dehesa mediterránea, cincelados, entre otras manifestaciones culturales o sistemas de manejo por la cultura del toro bravo, que abarca desde la base ganadera inicial hasta la manifestación artística en última instancia, hecho indiscutible a pesar de la polémica social que pueda generar, o del gusto o disgusto que provoque en aficionados o detractores.

El entramado social rural y la ordenación del territorio que deriva del mismo trasciende y supera en interés colectivo a cualquier técnica productiva aislada, que en la mayoría de los casos se desarrolla en base a criterios mercantilistas e individuales, al estar al servicio de intereses financieros y económicos de retorno de la inversión que los propicia, sin tener en cuenta los efectos colaterales o secundarios en términos de coste social. No olvidemos que el orden, equilibrio y sostenibilidad del mundo rural viene avalado por su evolución milenaria, a modo de lento proceso de maduración, basado, además, en la verificación empírica que ha consolidado su estructura y funcionamiento.

* Profesor de la Universidad Internacional de La Rioja y economista de la Asociación para el Desarrollo Rural e Integral del Oriente de Asturias

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