Diario Córdoba

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Carmen Albert

TRIBUNA ABIERTA

Carmen Albert

¿Solo para mujeres?

Cuando la sociedad ha avanzado ha sido por la cooperación de sus miembros, no por la multiplicación de sus guetos

Hace unos días recibí un correo que promocionaba un retiro de un fin de semana para escritoras. Solo para mujeres. Al principio pensé que era una broma (lo había recibido junto a otros compañeros de un curso de escritura creativa y el más trabajador y participativo se quejaba en tono jocoso de haber sido excluido). Al desplegar la información comprobé que iba en serio. La razón de que el retiro sea solo para mujeres radica -y cito textualmente- en que: «La energía entre mujeres es muy poderosa y necesaria (...) el proceso de escritura requiere de esa energía para nutrirnos a nosotras y a nuestros proyectos».

Enseguida recordé el colegio de chicas de mi infancia y el instituto femenino -se llamaba así- de mi adolescencia. Y también los clubs de caballeros de las novelas inglesas (¿todavía existen?) reductos clasistas donde las mujeres no podían entrar. ¿Estamos volviendo atrás?

Vamos por partes. Creo que todos estamos de acuerdo en que trabajar en grupo enriquece. Si el grupo está cohesionado y comparte los mismos objetivos, el intercambio de ideas amplía las perspectivas individuales y mejoran los resultados personales y del colectivo. Se aprecia con claridad en los clubs de lectura, sobre todo cuando existe una buena dinámica y una buena gestión entre los participantes. Pero no sé si esto es lo que la página del retiro denomina energía del grupo. Puedo entender que hay días, incluso momentos, en los que sentimos la curiosidad o el impulso de buscar algo, dentro o fuera de nosotros, que esperamos nos produzca bienestar. Imagino que la fuerza para desempeñar la búsqueda, la energía, dependerá del estado físico y mental, y de la capacidad para adecuar las metas a las posibilidades de cada uno. Si ese proceso se hace en grupo, la cooperación facilitará avances mayores de los que se esperaría del esfuerzo individual. Pero, volviendo a la página: ¿Solo mujeres? ¿Acaso si el grupo excluye a los hombres se produce una ventaja sobre otro en el que no exista esa exclusión? No he encontrado ningún argumento científico que avale esa tesis.

Por otro lado, como mujer y como feminista (porque no puedo imaginarme de otra manera) temo a los vientos de conservadurismo que nos amenazan: las restricciones a derechos que pensábamos que una vez conquistados perdurarían, las ideologías totalitarias que asoman y descargan su ira contra las libertades y los colectivos que han luchado por ellas. Las mujeres somos uno de ellos. Hay quien dice que la rapidez con la que, en las últimas décadas, hemos alcanzado objetivos de igualdad en el mundo occidental puede contribuir a esa reacción. Y hay ofensivas en contra. Unas claras, como los cambios de la ley sobre el aborto en Estados Unidos, y otras enmascaradas, como una nueva concepción de la maternidad que pretende devolver a la mujer al nicho del que no debía de haber salido y que, como en las teorías sobre la bondad de la segregación en las escuelas, se justifican en aras de nuestra libertad (libertad de volver a subordinar nuestros intereses a los del entorno más cercano) y nuestro desarrollo intelectual. Sin embargo, no se ha demostrado que la educación segregada mejore el rendimiento académico (razón esgrimida con más frecuencia) sino que potencia los estereotipos y dificulta la adquisición de habilidades sociales con los miembros del otro sexo, de la otra mitad de la población.

Siempre he pensado que todo lo que uniformice a un grupo con la exclusión, con la separación de los considerados distintos, lo empobrece, le resta riqueza. Cuando la sociedad ha avanzado ha sido por la cooperación de sus miembros, no por la multiplicación de sus guetos. Así que no voy a ir a ese retiro. Aunque escriba, todavía no me considero escritora y, para llegar a serlo, necesito mucha ayuda, no solo de mis amigas, también de ese compañero excluido.

** Psiquiatra

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