Opinión | Mirar y ver
Grandes lágrimas
«Nos preocupamos de lo que el niño llegue a ser mañana, pero nos olvidamos de que ya es alguien hoy»
Hace unos días me visitó un antiguo alumno. Como sucede siempre con los muchos que me visitan, nuestra conversación versó, sobre todo, en recordar aquellos años de niños en las aulas y especialmente, recordar anécdotas de los años que los tuve por alumnos. Como siempre me ha gustado la fotografía, tengo álbumes con fotos de mis alumnos de todos los tiempos, algo que les encanta ver y recordar y, más que nada, verse de niños. Este antiguo alumno, hombre ya, casado y con dos hijos, se detenía en silencio en aquellas fotos en las que él con otros compañeros compartían clase y recreos. De pronto, grandes lágrimas caían de sus ojos. ¿Estás llorando? ¿Qué te pasa? -le pregunté-. Limpiándose los ojos y mirándome con tristeza infinita, me contestó: yo no he sido niño, esa etapa de mi vida pasó rápido y solo tengo buenos recuerdos de aquellos años con usted, porque mis padres me exigían mucho: clases particulares, deportes, música, cuidado de mi hermana más pequeña y, cuando con seis años llegué a su clase, ya tenía responsabilidades de mayor, pero aquellos años pasaron rápidos... Bueno, estas palabras, «yo no he sido niño», me llegaron al alma, y más que por nada, porque me parece estar oyendo a una multitud de hombres, mañana, que con muchas más razones y lágrimas en los ojos, repitan estas mismas palabras. La estadunidense Stacia T. dice «Nos preocupamos de lo que el niño llegue a ser mañana, pero nos olvidamos de que ya es alguien hoy». Yo creo que, efectivamente, nuestros niños son hijos de la competitividad que se traduce, desde que tienen tres años, en madrugar, asistir a guarderías o colegios, en los que van cumpliendo años con crecidas tareas, exámenes, clases de todo sin que, entre padres y maestros, le dejemos el más mínimo tiempo de ocio y por si fuera poco, que no les falte el móvil, y en él encuentran lo que en sus pocos años, les hace felices: juegos hiperactivos que los embelesan y roban la necesaria socialización que precisa un niño en convivencia y juegos.
¡Qué pena sentí y siento!.
*Maestra y escritora
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