Diario Córdoba

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Desiderio Vaquerizo

A PIE DE TIERRA

Desiderio Vaquerizo

De hormigón armado

Se está empezando a suplementar esta piedra artificial, el hormigón, con materiales reciclados

Fieles a su carácter práctico y organizado, los romanos tipificaron de forma ordenada y normativa los diferentes sistemas constructivos (opera), a fin de que arquitectos y operarios tuvieran una guía «fácil» a la que recurrir en función de sus necesidades edilicias, evitando de paso arbitrariedades o heterodoxias que podían entorpecer el proceso, generar consecuencias no deseadas o truncar los objetivos de la obra. Fueron numerosísimos los tipos de opera utilizados (cuya composición puede variar algo según la época o los autores latinos a los que se recurra), en función del propósito al que cada uno iba destinado, el aspecto final que se quiso dar a la construcción, o las ansias de vanidad y representación; dependiendo además de que se tratara de iniciativa pública o privada. Así, el opus signinum, conformado por una mezcla bien compactada de tejas y/o cerámica machacada con cal y en ocasiones algo de arena, servía para impermeabilizar ambientes y pavimentos; el opus reticulatum, creado a partir de pequeños sillares de toba volcánica dispuestos de forma romboidal, tuvo más efecto decorativo que estructural; el opus latericium fue núcleo o simple revestimiento de ladrillos macizos, que si se valía de piezas de pequeño formato dispuestas en forma de espiga o espina de pez, muy requeridas para áreas artesanales y fabriles y suelos de termas, recibía el nombre de opus spicatum; el opus quadratum, equivalente en líneas generales a la sillería, solía aplicarse a grandes edificios públicos y privados; el opus vittatum, que alternaba paños de sillarejos con bandas de ladrillo, se impone en época tardía; el opus tessellatum servía para el mosaico, a base de teselas de distintos materiales que si eran de tamaño minúsculo daban lugar al vermiculatum; y el opus caementicium fue el precedente de nuestro actual hormigón armado: piedras y escombros mezclados con cal y arena, dispuestos con la ayuda de un encofrado como base constructiva de muchos edificios, luego rematados con acabados exteriores más vistosos, que llegó en época imperial a universalizarse como sistema predominante, clave por su rápido fraguado y su dureza del éxito y la longevidad de las obras romanas.

La relación de opera edilicios romanos no termina aquí ni mucho menos, pero he querido señalar sólo algunos para llegar precisamente al último, por lo que ahora diré... Recibo de forma periódica la revista Estratos, que publica cada seis meses la Empresa Nacional de Residuos (Enresa) y que destaca por la calidad de su edición y el interés de los temas que trata. Pues bien, su último número incluye un artículo firmado por Deborah García Bello sobre los cambios que se están introduciendo en la composición del hormigón armado a fin de hacerlo más sostenible y ecológico, realmente sugestivo y esperanzador. El trabajo se basa en las investigaciones que viene realizando el Centro de Innovación Tecnológica en Edificación e Ingeniería Civil (Citeec) de la Universidad de A Coruña, y parte de la necesidad perentoria de racionalizar en el mundo de la construcción el empleo de materias primas naturales -la piedra, la arena o la cal, usadas por el hombre desde hace milenios, se agotan con más rapidez de la que se regeneran-, o que requieren altísimas dosis de energía para ser producidas, como el cemento, y sustituirlas o complementarlas con otras que no impliquen alterar el medio ambiente y que en la medida de lo posible sean recicladas.

Créanme, les sorprendería saber qué tipo de materiales se están utilizando para suplementar esa piedra artificial que en último término es el hormigón, al tiempo que se evita la agresión a la naturaleza y el despilfarro energético que su uso masivo acarrea. Sirva destacar entre ellos: escombros y residuos de obra, que no obstante suelen llegar muy mezclados (madera, vidrio, metal, tierra, piedras...), por lo que para una máxima rentabilidad exigirían de una retirada selectiva; el poliestireno expandido o poliexpán, es decir esas bolitas casi etéreas que conforman lo que genéricamente conocemos como «corcho blanco», capaces de reducir el peso y aumentar la capacidad de aislamiento térmico y acústico de la mezcla; los residuos de centrales térmicas y de biomasa, que combinados con ciertas bacterias tienen incluso la capacidad de auto-regenerarse; la fibra de vidrio o de carbono; los neumáticos y los plásticos residuales, etc.

Otro tanto ocurre con el cemento, que comienza a ser sustituido por residuos pulverulentos como el filler del asfalto, las cenizas que generan las calderas de biomasa utilizadas por la industria maderera o el polvo derivado de la extracción del granito; o con los aislamientos y los revestimientos, para los que vienen dando magníficos resultados las conchas de mejillones trituradas. Como es obvio, hay que comprobar rigurosamente en cada caso el nivel de respuesta de las nuevas mezclas, y en ello se encuentran inmersos organismos como el Citeec; pero de entrada son asombrosas -y encomiables- medidas de futuro para un planeta sobreexplotado que, exhausto, agoniza.

*Catedrático de Arqueología

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