Diario Córdoba

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Rosa Luque

ENTRE VISILLOS

Rosa Luque

Adiós con el corazón

En recuerdo de Antonio López Hidalgo, periodista y docente fallecido a los 65 años

Una de las peores consecuencias de envejecer es que vas perdiendo cosas y personas por el camino, sin posibilidad de recuperarlas nunca. La primera pérdida fastidia bastante, la segunda duele. Hace unos días fallecía en Sevilla a los 65 años Antonio López Hidalgo, periodista, profesor universitario y amigo de esos que uno ve poco, pero sabe que están ahí, desde que en 1979 compartimos un verano de prácticas en este periódico junto a otro compañero del alma, Rafael González Zubieta, el gran Zubi, también desaparecido prematuramente hace casi una década. Antonio López, montillano ejerciente por donde quiera que fuera, era un entusiasta de la vida y se la bebía a tragos largos. Nos dejó sin darse cuenta de que la perdía -eso queremos pensar, pues se ha hablado de muerte súbita o algo parecido- cuando estaba lleno de ilusiones y proyectos. Entre ellos, su aspiración a decano de la Facultad de Comunicación de la Hispalense, de la que era catedrático de Redacción Periodística. Y tenía ya en el horno un nuevo libro -había firmado unos cuarenta, en su mayoría bibliografía académica- sobre la relación entre Galdós y el Caballero Audaz, su paisano José María Carretero, famoso entrevistador de la primera mitad del siglo XX al que había dedicado la tesis doctoral. Y es que la entrevista, esa vía de comunicación que tanto enseña de la condición humana, era el género periodístico que más le gustaba practicar a este tipo de doble militancia que siempre conjugó en armonía la docencia con incursiones en la prensa y la literatura. De hecho, la última vez que nos vimos fue cuando hace cuatro años quiso que le presentara en Córdoba su obra ‘Preguntar para escribir’, una compilación de conversaciones con grandes hombres y mujeres publicadas en estas páginas cuando dirigía el diario Francisco Luis Córdoba, más que amigo, su hermano.

Fue en aquella ocasión, forzada por su requerimiento, cuando me puse a pensar quién era ese periodista que empezó ante los micrófonos de Radiocadena Española en Cabra antes de ser fichado en 1982 como redactor por El Correo de Andalucía, desde donde pasó en 1988 como jefe de Local a El periódico del Guadalete. Hasta que, cerrado este rotativo, en 1990 volvía a Sevilla como jefe del área de Publicaciones de la Oficina del Portavoz del Gobierno de la Junta y, cuatro años después, pasaba a ser jefe de Gabinete de la Consejería de Cultura, mientras emprendía una brillante carrera en la universidad, donde supo pronto que había llegado al sitio en que deseaba estar. Pero, datos biográficos aparte, ¿quién era verdaderamente Antonio López? Supongo que cada uno de los que lo conocíamos tendrá una respuesta. Como todas las personalidades ricas en matices, para mí Antonio López era un ser que se me escapaba. Un tipo multifacético del que no sabías qué cara escoger. Muy comprometido con sus mundos, pero al mismo tiempo ajeno en la medida en que le era posible a sus turbulencias, que al menos en el caso de la prensa, por su ritmo caótico, forman parte de su misma esencia. Era hombre tranquilo por fuera, a veces tan cachazudo que le he visto presenciar exaltadas disputas de santos bebedores noctívagos sin él mover una ceja, pero de una mirada febril que delataba sus pasiones; conversador ingenioso finamente bienhumorado o espectador silente para el que la humanidad era campo de cultivo. Era un erudito riguroso en su parnaso pedagógico, capaz de teorizar sobre lo que no se les ocurriría nunca a quienes se mueven por una redacción, y a la vez buen catador de la vida, de esa que se halla al fondo de una copa de vino o tras un rastro de mujer. Antonio López Hidalgo era, en fin, un personaje digno de ser entrevistado por él mismo. Descanse en paz.

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