Diario Córdoba

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Manuel Torres Aguilar.

MEMORIA DEL FUTURO

Manuel Torres Aguilar

El Mediterráneo que viene

Como dijo Ibrahim Awad en el congreso en Córdoba, en el mundo ya hay otros mediterráneos

Esta semana que termina hemos tenido ocasión de celebrar la séptima edición del Congreso Córdoba ciudad de encuentro y diálogo, en nuestra ciudad. El tema que nos convocaba era el análisis del futuro inmediato que nos aguarda en este espacio geopolítico que se sitúa a orillas del mar Mediterráneo. Como señaló en la inauguración mi colega el Dr. Haizam Amirah Fernández, da la impresión de que el Mediterráneo ha dejado de ocupar una atención preferente en los últimos tiempos. La atracción por otros escenarios y, sobre todo, el impacto mediático que causa la guerra de Putin en Ucrania, parece haber dado paso a cierta «fatiga mediterránea» dotada de cierta «pereza intelectual» para volver a analizar los retos que siguen estando presentes. Quizá la sociedad occidental vio frustradas las esperanzas en unos cambios democráticos que pudieron haber nacido a raíz de las primaveras árabes. Aquellos procesos fueron frustrantes, cuando no, ocasionaron una situación peor a la que inicialmente existía antes del inicio de los movimientos de jóvenes descontentos que recorrieron las calles de Túnez, Libia, Egipto o Siria. 

No obstante, la realidad compleja y convulsa de estas sociedades y su relación con el Mediterráneo norte sigue estando ahí y en las últimas semanas ha vuelto de nuevo a poner sobre la mesa el difícil e inestable equilibrio que existe siempre en la región y que afecta de un modo muy directo a España. Si se mueve una pieza, por ejemplo la opinión de nuestro gobierno con relación al Sáhara occidental, eso provoca al mismo tiempo el desplazamiento de otra, la relación de Argelia con España y el suministro del gas. A ello podemos añadir que tampoco la guerra de Ucrania deja de tener efectos en la región: Argelia no ha votado en contra de Rusia y Marruecos por dos veces se ha ausentado de las votaciones.

Para Bichara Khader, el Mediterráneo sigue sin gozar de buena salud. Desde Occidente sigue sin hacerse una lectura crítica de la historia, seguimos sin superar el pasado y somos incapaces de imaginar un futuro común. «La batalla del futuro se sigue librando en el pasado» y así no hay modo de superar estereotipos porque seguimos cultivando negativamente el otro más próximo, el ellos-nosotros, sobre catorce siglos de un imaginario intoxicado. Seguimos explicando la relación recurriendo a la religión, al Corán y olvidando las demás ciencias humanas. Así que «el pasado ha secuestrado al futuro». Continuamos siendo incapaces de ver que detrás de las religiones lo que hay son guerras de poder, las religiones no son de guerra, son el parapeto que se usa para defender el interés político identitario. Deberíamos ser capaces de entender que las relaciones en el Mediterráneo son anteriores al cristianismo y anteriores al islam, y que es un mar demasiado pequeño para ignorarnos. Los países del sur rechazan el control de los países del norte sobre el respeto a los derechos humanos, y frente a ello los países del norte utilizan también diferentes varas de medir a la hora de exigir el cumplimiento de los derechos humanos a unos y otros países en función de sus intereses. Esto provoca falta de credibilidad y honestidad en las relaciones internacionales. Se genera frustración entre sus poblaciones. No se exige el mismo nivel de cumplimiento, por ejemplo, a las monarquías del golfo en relación a los niveles de respeto a los derechos humanos, porque hay una asimetría de interés geoeconómico. Así, es complicado establecer puentes para un diálogo sincero y honesto entre ambas orillas.

Una clave muy olvidada es la propia conceptualización del marco geográfico. Ibraim Iwad nos ha recordado que no hay una región mediterránea hoy día. Que no ha interesado su existencia. Cuando ha nacido una voluntad regional, el norte de Europa la ha rechazado igual que el panarabismo, y cuando se habla de relaciones euro mediterráneas se incluyen también aquellos países del norte y no se permite la conformación de una región de países ribereños exclusivamente. Así ha sido siempre. Se ha evitado la construcción de una verdadera región mediterránea integrada solo por sus protagonistas geográficos. Habría sido muy útil la construcción de una identidad mediterránea real para establecer nexos de intereses y diálogo sin interferencias externas. Un mediterráneo de libre comercio, un regionalismo abierto siempre, una política agrícola mediterránea vinculada también a los movimientos migratorios. Todo ello ha encontrado obstáculos impuestos desde fuera. Además, Ángeles Espinosa destacó el papel que las sociedades civiles de una y otra orilla juegan, y en qué medida lugares de encuentro, como puede ser este foro de Córdoba, sirven para un entendimiento académico y social que luego desbaratan los intereses políticos que transitan por caminos divergentes a los que realmente las gentes sencillas deseamos.

Varios de los ponentes han destacado el papel de las nuevas tecnologías no como motores de cambio sino de aceleración de procesos que ya venían desde antes. También cómo han servido de medios de control político en esas sociedades. Maha Yahya o Kristina Kausch han destacado la utilización de la covid para recopilar información de los ciudadanos y acelerar el control sobre las poblaciones. Por otro lado, tal y como destacó Lourdes Vidal, esas sociedades no debemos de verlas en clave inmutable y ancladas en sus tradiciones. Los movimientos de defensa de los derechos de la mujer o la visibilización del movimiento LGTBI+ están ocupando también el espacio público y rompiendo una hegemonía que escapa al control de la información oficial a través de las redes sociales. Esto es parte también de un mediterráneo sur que es tan nuevo como el del norte. Thierry Desrues nos recordó cómo Marruecos sigue y va a seguir jugando la carta del realismo político, por ello no pensemos que la visita de Sánchez a Rabat inicia una nueva época en un modo definitivo, porque las tensiones serán recurrentes y el interés estará en saber qué papel jugarán los otros países en relación a España. Si en la crisis de la isla de Perejil Francia se puso de perfil, ahora ella y los otros socios europeos han estado junto a España, pero Marruecos siempre seguirá utilizando sus «armas» en su relación con la orilla norte. 

Gonzalo Escribano puso el foco en la decidida apuesta que debe hacer Europa por las energías renovables. La solución no va a estar en nuevos gasoductos o en más gas licuado, un buen gobierno de los recursos energéticos en el Mediterráneo pasa por nuestra propia soberanía energética, que solo vendrá de la mano de la energía verde, cuya implementación ni será más lenta ni más costosa que otras que ahora pretenden ofrecerse como soluciones de emergencia a quince años o incluso a más largo plazo y que continuarán basadas en soluciones incompatibles con la sostenibilidad. 

En todo caso, como me dijo Ibrahim Awad durante un receso, en el mundo ya hay otros mediterráneos, en el Caribe o en Asia, pero este mediterráneo seguirá marcando nuestra agenda porque seguirá siendo lugar de encuentro y mucho desencuentro. Es y será, añado, un mediterráneo de alianzas cambiantes en el que estarán presentes Estados no mediterráneos, Estados no árabes, actores no estatales y una región sin sistema regional. Pero como tituló Kaplan, la venganza es la geografía, los mapas condicionan el destino de las naciones y esto el ser humano no lo puede cambiar, solo debiera saber vivir lo mejor posible en ese escenario y saber que hay más que nos une con el sur de lo que nos separa y que al fin y al cabo ese sur ha escrito y escribirá también las páginas de nuestra historia más cercana. O dicho en román paladino: estamos geográfica y culturalmente obligados a entendernos. Y lo que nos cuenten los supremacistas de bandera en pulserita no dejan de ser cuentos más chinos que de las mil y una noches. 

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