Uno se pregunta cuántas cosas pueden hacerse con los 109.108,47 euros que ha costado la «Huelga de juguetes» de Alberto Garzón. Se me ocurren muchas. Sobre todo, se me ocurren infinitas cosas que pueden hacerse con distintas partidas de 109.108,47 euros repartidas por aquí y por allí -como diría ‘La bruja novata’: «en animalito te convertí»- en las ideas geniales del Gobierno en sus frentes de ecología, veganismo, igualdad y machismo inverso o sexo tántrico mental no binario, que todo llegará. Es verdad que dentro del presupuesto anual de un país 109.108,47 euros no es para tirar cohetes: pero si los vas sumando, si los vas encontrando por aquí y por allá -sin necesidad de la varita mágica que el personaje de Angela Lansbury compró por correo- te va saliendo una cantidad potente.

La «Huelga de juguetes» garzoniana para evitar la sexualización de los juguetes o que los niños jueguen con lo que les gusta libremente -solo comparable a grandes éxitos como «La izquierda domesticada de la transición» o «Es que cogen un pueblo de la España despoblada, meten 4.000 cabeza (s) de ganado allí, o 5.000 o 10.000, contaminan los suelos, contaminan el agua y después normalmente se exporta... Es una carne de peor calidad, es un maltrato animal»- costó 109.108,47 euros desgranados en 78.650,00 euros por la idea, 25.410,00 euros para la compra de espacios en medios de comunicación y soportes publicitarios y 5.048,47 euros para la inauguración en el Retiro. Alberto Garzón empieza a despertar cierta ternura porque se ha convertido en el mayor bastión involuntario del presidente Sánchez. Tratar de dotar de sentido y mensaje a un ministerio que nunca ha superado su esplendor de recetas saludables con alubias confetti, salmón exprés al microondas o poke de pollo estilo Harvard, también tiene su mérito. Pero el precio de la luz, de las mascarillas o los test, como todo lo que de verdad importa, se deja a la política real. Lo suyo sigue apuntando a brujería novata.

*Escritor