No están las cosas para mucho espíritu navideño. El siglo amaneció mal y va camino de su primer cuarto de vida enmarañado en las brumas de una desorientación adolescente, estadio en el que aún se encuentra. No cabe extrañarse con esto de los siglos, qué decir del primer cuarto, del primer tercio, de la primera mitad del criminal XX. O de aquel XIX con un Bonaparte borracho de sangre. El Homo Sapiens, cruzado o no con el Neanderthal, repite en cada era el mismo ciclo. No están las cosas para espíritu navideño cuando lo que antes era progreso lo ha teñido la progresía de chorradas como cambiar la gastronomía, y para eso ya tenemos a Carlos Arguiñano, que también cuenta chistes y no es un chiste en sí mismo como Alberto Garzón. Como ese empeño en el catastrofismo ecológico, cuando como antídoto deberían consultar las encantadoras páginas del calendario zamorano y se encontrarían con los mismos períodos antiguos de desagradables inconveniencias naturales; hasta los ciclos egipcios de vacas gordas y vacas flacas están documentados desde hace milenios. Lo que pasa es que tampoco hay ya cultura bíblica en los que manejan el cotarro. Progres aprendices de sexólogos, o peor, directores de la sexualidad ajena sin haber leído ni una página de Kinsey/Pomeroy. Capataces en la ingeniería dirigida de los nuevos comportamientos sociales, bailándole el agua a gentuza como Bill Gates o Soros sin haber abierto, ni de lejos, nada de Desmond Morris o McLuhan. Tahúres de la posverdad del posperiodismo subvencionado sin haber disfrutado de Hemingway, Blasco Ibáñez, Corpus Barga, Chaves Nogales, Gabo, Uslar Pietri o Norman Mailer. Obcecados con una destrucción buenista de la Educación sin haber comprendido nada de Montessori ni de Tonucci. Como los Diez Mandamientos, todo se resume en dos premisas: la incultura de la gobernancia, contagiada a la votancia y a la militancia, o al revés; y el adormecimiento promovido por la casta progre que dirige el espectáculo. No hay lugar para el espíritu navideño, que se lo digan también a Casado, Egea, Almeida y Ayuso. Nadie se salva de las brumas de la desorientación en este siglo adolescente.

* Escritor

@ADiazVillasenor