Vamos a ver si consigo explicarme y explicaros para ayudar a descubrir a tanto listillo suelto que va por ahí viviendo a costa de reírse de nosotros, los crédulos que nos caemos continuamente del guindo en la convivencia con esos cucos. Hay dos clases de arrepentimiento. Una: la que surge libre de la persona, porque toma conciencia de que lo que hace no está bien, y decide cambiar desde sí misma, y pide perdón, y cambia, y ya es otra persona, y cada vez que le viene el tic de volverse a lo malo, se dice que no a sí misma y se presenta ante sí misma y ante los demás con el cambio resuelto. Y la otra forma de arrepentimiento es la que nunca nunca es arrepentimiento, y da vueltas y vueltas a lo mismo y a la misma carcajada ante el que ha creído ese arrepentimiento. Es la forma egoísta, cínica, del niño que nos quiere mucho cuando le aguantamos todos sus caprichos, todos sus maltratos y todos los juegos de todas sus mentiras, pero que si le decimos que ya no aguantamos más y lo amenazamos con quitarle el juguete e irnos, se vuelve muy bueno y dice que se ha dado cuenta, que se arrepiente, que va a cambiar, que ya no nos va a hacer más su tropelía.

Ese niño de treinta, cuarenta, cincuenta años aparenta que se arrepiente, que ya va a cambiar, pero comprobamos cómo no cambia, cómo en cuanto lo perdonamos y le damos otra oportunidad de la misma confianza de siempre, el niño, o más bien, niñato, vuelve a las andadas, es decir, a carcajearse y pitorrearse de nosotros y delante de nuestras narices, con el agravante de que cuantas más veces le consintamos ese juego perverso, más se va a crecer en que por más que lo amenacemos, no vamos a cumplir nuestra amenaza, y por tanto, ese niño, o niñato, crecerá cada vez con más poder, y nosotros cada vez con menos credulidad. ¿Os suena a algo este falso arrepentimiento en las parejas, en las amistades, en hijos con padres, en nuestra sociedad con nuestros terroristas? O sea, que no, que nada de nada creer en ese arrepentimiento mentiroso, egoísta, infantil, que surge de cuando me amenazan de quitarme mi juguete y mi abuso. Son esas personas que dejan para nunca sus promesas, y así toda una vida. Es la «historia de una escalera» de tantos teatros humanos. Y el paso del tiempo siempre, siempre nos da la razón.

*Escritor