Ecohéroes. 100 voces por la salud del planeta’ es el título del nuevo libro de Carlos Fresneda, periodista de raza que ha sido corresponsal en algunas de las ciudades más emblemáticas del mundo, como Londres, Nueva York y Milán, y lleva más de treinta años escribiendo sobre temas medioambientales. En esta nueva monografía reflexiona con su lucidez habitual sobre las urgencias que plantea el tan traído y llevado cambio climático -por desgracia, cada vez más presente en nuestras vidas, y más amenazador-, y lo hace de la mano de cien personajes extraordinariamente singulares repartidos por los cinco continentes, cien voces comprometidas y solventes: activistas, pensadores, sociólogos, urbanistas, empresarios, arquitectos, biólogos y agricultores (entre otros perfiles), cuyas opiniones, ante las que resulta complicado permanecer indiferente, se van desgranando conforme a una perfecta y atractiva estructura, y a ratos se transforman en gritos desgarradores -que no necesariamente apocalípticos, por más que se les suela tachar de ello- ante la locura que estamos viviendo, la ausencia de responsabilidad, la inacción y la incompetencia de nuestros políticos, o la displicencia general con la que enfrentamos un problema de magnitud y alcance impredecibles, capaz de borrarnos del mapa en menos tiempo del que se tarda en escribirlo. Y si en algo se muestran unánimes es en que del cambio climático somos culpables todos. De ahí la necesidad perentoria de la concienciación individual y colectiva, de modificar actitudes y fajarnos a una en la búsqueda de soluciones, al margen incluso de nuestros gobernantes, que siguen sin estar a la altura. «Cuando los líderes se comportan como niños, son los niños los que han de comportarse como adultos», dice Greta Thunberg, evidenciando el decisivo papel que los jóvenes habrán de desempeñar en este asunto.

«La ciudad no es el problema, la ciudad es la solución. Tenemos que reinventar el modo en que vivimos, y hemos de hacerlo rápido», afirma, visionario, Jaime Lernier, artífice de la transformación de Curitiba (Brasil) en un referente mundial de sostenibilidad, movilidad y tolerancia a base de «acupuntura urbana»: autobuses rápidos cuyo coste es cien veces menor que el del Metro; reverdecimiento de la ciudad hasta llegar a los 60 m2 de áreas verdes por habitante (¿se imaginan algo así en Córdoba?; la ciudad sería otra, capaz incluso de combatir las temperaturas cada año más terribles que la asolan en verano); una red de estanques de drenaje para prevenir inundaciones; incentivación del reciclaje hasta superar con creces el 70%; educación integral de la ciudadanía empezando por las escuelas, etc.; todo ello con pocos medios y mucha creatividad. Se explica así que en 2010 la revista Time eligiera a Lernier como uno de los 25 pensadores más influyentes de su tiempo. Y la pregunta es: ¿cómo es posible que existiendo modelos como éstos permanezcamos tan insensatamente de espaldas a ellos?

Otro caso destacado es el de Joan Carulla, payés urbano de 96 años, que empezó a cultivar hace cuatro décadas en su azotea del barrio del Clot (Barcelona), cuando nadie hablaba todavía de agricultura urbana, y mucho menos de tejados verdes. Autodidacta, curioso, observador y reflexivo, pasó grandes calamidades durante la posguerra, hasta que en los años cincuenta emigró a la Ciudad Condal, donde abrió una tienda de ultramarinos. Venía de una profunda cultura rural, que trasladó a su «terrenito», un paraíso en las alturas conformado actualmente por tres terrazas con 260 m2 de cultivo, convertido en maestro del compostaje, activista social matizado de verde, y estricto vegetariano, circunstancia que junto con el trabajo diario él cree clave de su longevidad. Lo suyo es un grito compartido por miles de personas en todo el mundo sobre la necesidad ineludible de volver a la tierra sin renunciar a la cultura urbana, de convertir las ciudades en un espacio a la medida del ser humano, e incrementar el nivel de felicidad y de bienestar de sus habitantes; utopía hoy, pero quizá realidad mañana.

‘Ecohéroes...’ es una lectura apasionante y didáctica. No sólo está bien escrito, sino que con agilidad y coherencia sorprendentes tratándose de un universo tan dispar va entrelazando personajes, puntos de vista, posturas y modelos, de forma que el lector camina de descubrimiento en descubrimiento -extrañado ante la certeza creciente de su ignorancia al respecto-, reflexiona y termina queriendo sumarse en alguna medida a un movimiento universal que antes o después acabará imponiéndose. Nos va en ello sobrevivir. Se trata de un perfecto manual para colegios y universidades, vademécum privilegiado a la hora de enfrentar un tema que, en el fondo, ya condiciona nuestras vidas; porque «no estamos solamente alterando el planeta, lo estamos destruyendo», según el naturalista David Attenborough. La raza humana se ha convertido en una plaga, y como tal, o se autorregula, o lo hará la naturaleza condenándola a la extinción.

*Catedrático de Arqueología de la UCO.