Hasta el infinito y más allá como diría el personaje animado de Toy Story, Buzz Lightyear. Los precios de la factura de la luz pulverizan todos los récords en esta olimpiada del encarecimiento sin fín. El valor del megavatio/hora se ha convertido en el megavatio/oro, nueva medida de cambio y lujo que pronto destronará otros patrones de intercambio comercial.

Asistimos cada día a este escenario tan increíble como impúdico, donde los precios se duplican o triplican de un día para otro sin pestañear. Y no es el valor del coste de producción energético lo que se duplica. Sino la puja en la subasta diaria en el mercado energético de lo que se compra. Ojo, de sólo una parte de la energía que consumimos pero que condiciona toda la factura. Unas reglas de mercado que sirven directamente a la mera especulación y al enriquecimiento de algunos pocos, para el empobrecimiento generalizado de todos y la consiguiente subida del IPC que se está provocando por su impacto generalizado.

Agárrense, porque no se le ve fín al asunto. A la especulación del mercado diario, se une que el 50 % de la factura se compone de impuestos directos como el IVA, el de generación y el eléctrico, y de impuestos indirectos supuestamente para el cambio energético. Ahí está actuando la Administración pero con una doble trampa: rebajando impuestos pero por encima del límite legal. Recuerden a la entonces portavoz Montero diciendo que Europa no permitía bajar el IVA de la luz, que al final pasó del 21 al 10 % cuando otros países europeos lo gravan con un tipo del 4 ó 5,5 %. Y la segunda trampa es que la bajada fiscal llega hasta las campanadas de fin de año. Y en ese momento, volvemos a la casilla de salida. Es decir, llévate la luz que necesites ahora, que luego me la pagarás.

La confiscación anunciada de los beneficios a las eléctricas, muchas de ellas reiteradamente sancionadas por alterar la competencia desde el oligopolio que se les permite, es un camino que puede ser discutible y sólo transitable si se basa en la desproporción o abuso de las mismas. Lo mismo que ocurrió con esa banca que durante décadas estuvo imponiendo a los usuarios cláusulas suelo y cláusulas gastos abusivas en las hipotecas que contrataban.

Otras reformas, mientras la Unión Europea decide reformar el sistema de precios por otro más serio y equitativo, son posibles. Como sería llevar la subasta energética por trimestres o semestres como tienen otros países de nuestro entorno, en lugar de este repunte y estrés contínuo que provoca la subasta diaria que rige en nuestro sistema. El talón de Aquiles de todo ello, no obstante, es nuestra errática política energética durante las últimas décadas que nos convierte dependientes del exterior, comprando gas en el norte de Africa y otras energías en Europa. Repudiando las centrales nucleares aunque, paradójicamente, pagamos sus frutos a precio de oro y somos el cementerio de los residuos que otros producen.

Mientras, y en el centro de esta tempestad, está la pobreza energética que se crea en los ciudadanos por el consumo de este artículo básico en nuestras vidas. Las recetas de cambiar los aires acondicionados por el abanico, o levantarse de madrugada a poner lavadoras resultan cínicas e infumables en el mundo de hoy. La teoría de la mano invisible del filósofo y economista Adam Smith, padre del liberalismo, y la autoregulación del mercado, está visto que no funcionan y se esperan medidas mucho más justas y acertadas en el corto, medio y largo plazo, de nuestros responsables públicos.

Al final, subyace el eterno debate de quién sirve a quién: ¿la política al mercado o al revés?

** Abogado y mediador