Llevo toda mi vida buscando una respuesta; toda mi vida y la de la memoria de todos mis antepasados. De niño, en aquellos largos paseos que me daban mis mayores por su guerra y sus fantasmas. De joven, en aquellos vivos días cuando estudié su Historia. De maestro, en aquellas soñolientas tardes cuando intenté enseñarla. De viejo, en estos largos deambulares por sus crepúsculos de tanta ruina y su tristeza. Cada cual me ha dado su respuesta: «España, un enigma histórico», de mi maestro don Claudio Sánchez-Albornoz. O aquella otra más lejana: «España es una unidad de destino en lo universal», o sea, nada. O esta otra: «España es una nación de naciones», y tener que ver hasta el gato que se cisca en mi azotea partirse de la risa, diciéndome: «Pero, ¡cómo podéis ser siempre tan gili…!» (más el femenino de los pollos). Y tras tanta brega y tanto ridículo, he llegado a mi conclusión. España es algo más simple y más elemental: un camino; o sea, una tierra de nadie, que todos utilizan de paso, donde todos se saludan y ninguno se conoce, donde todos pisan las huellas de todos y siempre acaban todas por desfigurarse y borrarse y no quedar ninguna bajo el barro, el polvo y su desolación; un camino siempre de paso para ir a otro sitio, sólo para encontrarse y despedirse, y acabar por olvidar el trayecto y todos los compañeros de viaje; un camino donde todos orinan en sus márgenes y algunos impúdicos hasta defecan; donde algunos se detienen a contemplar un bello amanecer, un horizonte libre, un paisaje, y quieren poseerlo y lo destruyen y traicionan para que otros se lo apropien; un camino que muchos buscan delimitar con alambradas, o ensucian con sus inmundicias, o quieren enderezar con sus tontas fantasías o sus mentiras verdaderas, ¡tan reales!; un camino que todos aprovechan para asaltar a todos, robarles, asesinarlos, y repartirse el botín y luego separarse, bandoleros cada cual con su cuadrilla, hasta acabar en formar cada uno su cuadrilla, a solas consigo mismo y sus trapacerías; un camino sobre el que cada día se cierne el mismo anochecer de soledad, porque siempre amenaza lluvia y nieve sobre el sol; un camino donde tantos pasan, pero siempre acaba abandonado, perdido, silencioso, hacia otra nueva noche, como si nunca acabase de trazarse y de existir. 

* Escritor