El título de la de hoy no es nada poético. Todo lo contrario. Es prosaico, contencioso y con un halo de reproche que los lustros van convirtiendo en lamento. Los lustros de olvido por las políticas de recuperación del río Guadalquivir a su paso por la ciudad de Córdoba. Y eso que tenemos un plan. El especial de rehabilitación aprobado por unanimidad en Pleno del Consistorio. Nadie nos puede negar que nuestros políticos sean del signo que sean tiene buenas intenciones y buenas ideas. ¡Vamos! Son como Vicky el Vikingo en cuanto a eso de estrujarse el caletre para establecer planes de puesta en valor para nuestra ciudad. Pero en vez de tener un buen drakkar para navegar y conquistar sus objetivos como el personaje de dibujos animados, la madera para hacer barcos en Córdoba la utilizan nuestros políticos en demasiadas ocasiones para construir cajones. Decenas de cajones. ¡Qué digo decenas! ¡Centenas de ellos! Allí están varados muchos planes y proyectos, entre ellos el de la recuperación de nuestro Guadalquivir con el que precisamente los vikingos demostraron que se podía llegar hasta Córdoba. Hubo tiempos en los que los niños cordobeses crecían con la cultura del río. Un río impregnado de historia que sus aguas refrescan en su curso sereno y majestuoso entre fértiles riberas y celebres puentes. Con la llegada del verano, donde la canícula parece reivindicar más que en ninguna otra época del año la cultura del agua en la que nuestros ancestros los árabes se prodigaron, sentimos el plomizo peso sobre nuestras espaldas, de esa vida de espaldas al río. Todavía quedan muchos de nuestros mayores que al menos nos refrescan el ánimo con sus entrañables historias de niñez en el río. Todavía, mirar aquellas fotos en blanco y negro de cordobeses en las playas del Guadalquivir provoca esa sensación de injusta pérdida que hace de nuestro río sujeto de nuestra memoria histórica. El río olvidado y jamás conocido por las nuevas generaciones.

** Mediador y coach