Conseguir la felicidad en el fútbol es cuestión de un instante, el que va desde que Unai Simón parara dos penaltis hasta que Oyarzabal colara el gol definitivo a Suiza. Y meterte en la tristeza, dos, los que duraron los penaltis fallados de Olmo y Morata, los héroes del partido contra Italia. Una tristeza que en esta ocasión se vuelve pura filosofía porque nuestra Selección de Fútbol ya había conseguido una teórica victoria: unir las dos Españas hasta el partido de semifinales de la Eurocopa. Tiempo en el que otra vez esta España nuestra -o muerta, como escribió Cecilia en la letra original de su canción Mi querida España- vuelve a las suyas porque a veces no sabe «¿dónde están tus ojos, donde están tus manos, dónde tu cabeza?», aunque de su «santa siesta la despierten versos de poeta». Que un partido de ultraderecha, como Vox, señale al editor de El Jueves es una intimidación a periodistas y editores y un intento de limitar la libertad de expresión, según la Federación de Periodistas de España (FAPE). Como matar al joven Samuel en Galicia, al que llamaron maricón, es un acto que nos recuerda a aquella España de las alas quietas y de las vendas negras, aunque fuera un «pueblo de palabra y de piel amarga». El volver a las suyas de esta España nuestra también es el empleo de 75.000 euros que le han buscado en Madrid a Toni Cantó y el hacer oídos sordos al grupo de teólogos y cristianos de base de España que le han escrito una carta al Papa para que, en una asamblea nacional de obispos y seglares, se arregle lo que califican como el «escándalo» de las inmatriculaciones, e ir al «problema de fondo»: la financiación de la Iglesia católica en España. Aquí se habla de la Mezquita de Córdoba, la Giralda de Sevilla y el Románico Asturiano.

Pero estamos en un tiempo en que esta España nuestra, que quizá no se acuerda de ¿quién pasó su hambre y quién bebió su sangre cuando estaba seca? se olvide de los malos tiempos, vuelva a los viajes del Imserso y nos sumerja en un verano donde podamos encontrar la belleza, que se oculta en los amaneceres de cielos casi azules, en los atardeceres con nubes blancas y en las noches de cielos de ensueño. 

Estamos ya en vacaciones en esta España de excesivo y cansino reguetón, de sueldos casi impagables de banqueros y de abandono de viejecitos en los pueblos (y en la capital) a los que les quitan los cajeros y casi no los admiten en las oficinas donde tienen su cartilla de ahorros. La España que salga del covid esperemos que tenga la misma afición de los españolitos de ahora por los espetos, que se van al mar a olvidarse de parte de la mala vida a unos chiringuitos donde no impera el QR, hay carta escrita para clientes de cierta edad y, encima, ofrecen el periódico en papel como resumen de la vida. Donde se puede leer que quieren hacer a El Cordobés, nacido en Palma del Río, hijo adoptivo de Córdoba y que Simago, ese espacio de la historia más moderna de Córdoba donde muchos jóvenes aprendieron a robarle al capitalismo, frente al Teatro Góngora, lo van a convertir en un hotel más en una ciudad donde la Mezquita, patrimonio de la humanidad, atrae a los turistas que costean los gastos del Obispado y del Cabildo catedralicio, que se empeñan en olvidarla y achicarla ante la catedral.

Julio es un tiempo donde las calles peatonales del centro no deben propiciar que bicicletas, patinetes o monopatines atropellen a un peatón por ir andando legalmente por su sitio. Ni por la acera de una avenida, Gran Vía Parque por ejemplo, donde se tuvieron que llevar a mi amigo Alfonso al hospital porque lo arrolló la velocidad de monopatín en espacios peatonales. Estamos en verano y en sitios donde la edad construye sus mundos infranqueables. En la barra del bar de un pueblo puedes todavía contemplar (pero sin periódicos de papel) aquella vida ya casi imposible. Porque en las terrazas de la ciudad lo que se lleva es el mundo de los influencers, en el panorama celeb, donde dan su opinión las it girl con su particular look. Otro mundo, donde impera el reguetón.

Me iré los jueves por la noche a los conciertos del Quiosco de la Música en la Victoria, que ha reinaugurado la Banda de la Esperanza, y al cine de verano del C3A, y también por esos campos de Los Pedroches a la parte reducida de la playa de La Colada, donde todavía podamos encontrarnos bajo la belleza del sol y del agua, y disfrutar de la felicidad en el fútbol, que solo dura un instante, ese en que esta España nuestra aplaude a Unai Simón, Oyarzabal, Olmo y Morata.