Hay que seguir a Evgeny Morozov para estar al tanto de los riesgos ocultos de la era digital. Libros como Capitalismo Big Tech o La locura del solucionismo tecnológico, anticiparon los problemas derivados del entusiasmo masivo por Google, Apple, Facebook, Amazon, Microsoft. Estas corporaciones lo quieren todo, y no van a parar hasta conseguirlo. Hay que leer a Morozov, que ha dado una conferencia en Madrid hace pocos días, invitado por Telefónica y el Aspen Institute.

Morozov me ha llevado hasta Veronica Barassi. Ya en 2019 esta investigadora alertaba sobre los riesgos democráticos que afectan a la infancia, «la primera generación de ciudadanos a los que se les han datificado desde antes de nacer, y que se ven obligados a participar digitalmente en la sociedad a través de los rastros de sus propios datos, producidos, recogidos y procesados por otros sin su consentimiento o control». La vida digital de todos los menores conectados es un mundo que está siendo vigilado y controlado desde antes de su nacimiento.

Barassi alimenta la web http://childdatacitizen.com/, especializada en la investigación sobre las consecuencias sociales y democráticas de todo esto. Es conveniente recordar que en Italia, hace tres meses, a raíz de la muerte de una niña, la autoridad de protección de datos conminó a TikTok a cerrar más de medio millón de cuentas de menores de trece años, que incumplían la legislación vigente. ¿Veremos algo parecido en España?

Quizás el país que más en serio se ha tomado este problema sea Canadá. Un documento muy actual de recomendaciones para el gobierno (Children’s Privacy in the Age of Artificial Intelligence) defiende con solvencia y rigor que es necesario actuar para proteger y promover la privacidad de los niños canadienses en la era de la inteligencia artificial. Asimismo, para que el desarrollo de una decisión política sea eficaz, se propone considerar a los niños como una población distinta y vulnerable con derechos, necesidades y circunstancias que difieren de la mayoría (adultos), e involucrarlos en el desarrollo de políticas de privacidad para hacer realidad su derecho a participar en las decisiones que afectan a sus vidas, así como obtener información de sus propias experiencias vividas y recopiladas por terceros.

Conocer estas propuestas internacionales, y el trabajo de las agencias públicas de protección de datos o de protección de los consumidores, es tan necesario como turbador. De nuevo, se impone la melancolía.

*Economista | @ebpal