Dos líderes políticos españoles han pasado un buen fin de semana, y se consolidan como los resistentes en el proceloso mundo partidista. Sánchez sale otra vez victorioso de todas las contiendas, superado el bache estratégico de Murcia, y tiene por delante una semana de gloria que comenzó el martes en Bruselas con el encuentro con el presidente Biden y el miércoles con Ürsula von der Leyen, acompañada de los 140.000 millones de euros que nos tocan del fondo europeo. No hay líder en el centroizquierda que le haga sombra ni fuera, ni dentro de su partido, donde los liderazgos autonómicos se van alineando con la dirección federal salvo las conocidas excepciones. El frente de exaltos cargos socialistas discrepantes cada vez más resuena como el eco de un tiempo pasado poco ajustado a las dinámicas actuales.

El congreso de Podemos de este fin de semana deja una bicefalia con Ione Belarra en lo orgánico y Yolanda Díaz en lo institucional, que espera con perfil bajo el momento de dar el salto a su candidatura a las elecciones generales para las que salvo sorpresas quedan todavía dos años, y es la única que puede suponer un quebranto en el liderazgo de Sánchez. Pero Díaz es todavía un potencial latente en lo orgánico y electoral que solo el paso del tiempo determinará. No hay más que recordar la omnipotente posición de Soraya Saénz de Santamaria, su indudable capacitación dentro de los Consejos de Ministros de los que participó y su caída en el congreso del partido que eligió a Pablo Casado como presidente y como suma del descontento de los adversarios de la ex vicepresidenta. Los vericuetos orgánicos son más impredecibles que los electorales y de eso sabe mucho el presidente del Gobierno, que llegó bien entrenado a la política institucional. El otro líder superviviente de los últimos acontecimientos es Santiago Abascal, al que Casado y Arrimadas acompañaron a su manifestación contra los indultos e hicieron más grande su ámbito de apoyo. Las idas y venidas estratégicas de los presidentes del Partido Popular y Ciudadanos no hacen más que consolidar la idea de que Casado es un líder transitorio a la espera de un sucesor no sabemos si más ayusista o galleguista, y a Arrimadas como la jefa de un proyecto político agonizante y dependiente del PP. Vox no crece si no se debilitan PP y Ciudadanos, y estos parecen empeñados en ensancharles el camino.

No asistimos a un nuevo bipartidismo político en España, porque las fuerzas políticas periféricas van a ser cada día más poderosas, pero solo quedan dos liderazgos estatales, y justo esa es la posición más cómoda y deseada para Pedro Sánchez.