Es verdad que vivimos unos tiempos donde el terror ha anidado en todos nosotros de una forma permanente y constante desde hace más de un año, donde la vida, con sus luces y sombras, fluía dentro de sus cauces previsibles. Pero todo aquello que sostenía los valores morales de una sociedad o cultura occidental se ha roto estrepitosamente y, aquellos pilares, que eran su sostén, se han derrumbado como si sus cimientos estuvieran enclavados en la arena de la playa. No hay nada más que asomarse un poco a los medios de comunicación, a las televisiones públicas y privadas, donde impera y se adoctrina a las masas, en que todo vale. La traición, el engaño, la avaricia desmedida, el transfuguismo político e ideológico por un plato de lentejas, o un sueldo de por vida con su Visa Oro incorporada. Lo trae la profesionalización de la política como único medio de subsistencia de demasiada gente, que no reparan en actitudes amorales. De saltar de unos grupos humanos a otros, con el viejo proverbio donde dije digo, digo Diego. Y también nos hemos acostumbrado a que haya personas que mientan a diario con un desparpajo torero, que, a mí, me deja perplejo. La falta a la verdad, como moneda de cambio, la falta de honradez, como postura ante la vida, el hablar y no decir nada, prometer hasta meter. En definitiva, reírse a boca llena del público y electorado paciente, que confía en unas próximas elecciones donde cambiarán las cosas, aunque ellos saben y le consta que es una fantasía más. Y que esos profesionales del sofismo sigan en unos u otras cargos, cobrando lo mismo o más, y que se mueran los feos. Nos hemos acostumbrado, o nos han acostumbrado con un lavado de cerebro permanente, a ver a los elefantes volar y quedarnos tan tranquilos, con la esperanza de Virgencita que me quede como estoy, porque señalarte, en demasiadas ocasiones, es socialmente peligroso en una España desmembrada, como si hubiere caído una bomba, Y hacia un camino a ninguna parte. La Justicia, a duras penas, va haciendo más de lo que puede para restablecer un Estado de Derecho que es una sombra de lo que un día los españoles decidimos, junto con muchos políticos honestos, que existen todavía, y personas que dignifican tan honrosa profesión. Una sociedad civil maltratada, arrinconada y servilista, donde al final siempre ves las mismas caras, y apenas te aportan un rayo de esperanza ante tanto desorden y desbarajuste. Me temo que esto puede acabar cuando el hambre, el paro y esta pandemia, de dudoso origen, con sus olas también extrañas, que arrasan sin piedad aquellas playas luminosas de nuestras vidas, repito, acabe como el rosario de la aurora: a capotazos. Porque cuando el ser humano no tiene para comer, no tiene techo, no tiene presente ni futuro, tanto para el mismo y los suyos, antes de lo que podamos imaginar, se convierte en la fiera más terrible, a innumerables ejemplos históricos me remito. Se está jugando con fuego y no sé en qué va a acabar esto, que parece ser no tiene un fin previsible, aunque las vacunas, ante la lamentable situación de improvisación y desconcierto que presenciamos, que presenciamos atónitos diariamente, ojalá sean la panacea y la solución a este caos paranoico que actualmente es España. Donde está la cultura del todo vale, cada día está más presente en el sentimiento colectivo, con el peligro que ello conlleva.

Hay que buscar a quién beneficia todo esto. Y allí encontraremos al causante y organizador de esta terrible tragedia. Porque ya nadie se cree que alguien por comerse un mono, provocó todo este estropicio. Las casualidades no existen. Ni tampoco existieron en el crimen de Sarajevo que prendió la mecha de la primera Guerra Mundial. Y de mi querida Córdoba, ¿qué podemos decir? Que sigue igual de parada como el caballo de un retratista. Que parece ser que todo esto no va con ella, y que la panacea de haber conseguido la zona logística, nos va a solucionar todo. Como la sociedad civil, las empresas autóctonas, los autónomos, los trabajadores, los artesanos, profesionales, pensionistas, parados, etcétera, todos, no reaccionemos con el concepto de tribu y al unísono, seguiremos como nuestro equipo, jugando en Segunda B, y es lo que hay. Y el que piense lo contrario se engaña, le engañan o se deja engañar porque le conviene. Y si vamos a esperar que nos caiga el mana desde el cielo, como los israelitas en el desierto. El Señor nos pille confesados... Hay que moverse, que boquerón que se duerme se lo lleva la corriente... Paz y bien.

* Abogado y académico