No queda más remedio que aplaudir los ideales de la plataforma ‘Córdoba por la paz’ que plantea una ciudad con otras inversiones sostenibles que no sean la de la base logística del Ejército, pese a los puestos de trabajo y el impulso industrial previsto. ¡Ya me gustaría ver esa Córdoba ideal de progreso social y humano que se propugna! Pero la Historia, con mayúscula, y la historia reciente de lo que he visto como periodista, en minúscula, me dicen otra cosa.

Verán: a los cordobeses nos pierde la perfección. Será porque los grandes hijos de esta ciudad (nativos o adoptados) pusieron el listón alto, altísimo, aunque también es cierto que otras veces se ha debido a que es mucho más cómodo fijar una meta inalcanzable como excusa para no hacer nada. En todo caso, digo, nos gustan los proyectos sublimes desde el mismo momento de su concepción. Y no hay nada malo en ello. Un servidor mismo cayó en su tiempo, cuando informaba sobre urbanismo hace años, en esa magia cautivadora de toda gran idea: era el encanto del Palacio del Sur, de Rem Koolhaas; el frustrado ‘Ojo del Califa’ en lugar del actual hotel Eurostars Palace, el proyecto de cúpulas para la calle Jesús y María...

Pero los grandes éxitos en Córdoba no han venido de lo perfecto, sino de lo bueno. Vean la Mezquita-Catedral. Abderramán I seguro que no se atrevió en el año 785 ni a soñar con el templo islámico que acabó siendo. Tampoco Abderramán II quería algo perfecto en 836 pese a 16 años de obras. Ni siquiera cambió la orientación de la quibla, solo aspiraba, que por otra parte no era poco, a la mejor ampliación posible de la Mezquita. Otro tanto pudo decirse de Alhakén II y la segunda ampliación entre 961 y 976 o hasta con el mamotrético añadido de Almanzor (987). Incluso, Hernán Ruiz El Viejo, Hernán Ruiz El Joven y Juan de Ochoa tampoco acometieron la mejor catedral gótico-renacentista-manierista del mundo del tirón... En un siglo hicieron el mejor trabajo posible en el espacio que se disponía y con los recursos, saberes y tiempo a su alcance.

Y oiga usted: a base de ir haciendo cosas muy buenas, sin ser cada una de ellas un Taj Mahal en sí misma ni la pirámide de Keop, no ha quedado nada mal nuestro edificio: el único del mundo que combina una espiritualidad horizontal y fraterna del Islam con esa ansia de elevación del alma cristiana. Un templo de templos. Sublime, único, insuperable... algo de Córdoba para el mundo... perfecto.

¿Y cómo podemos aplicar esta lección de la Mezquita a nuestros días? Pues quizá diciendo que me es difícil coincidir ahora con la plataforma ‘Córdoba por la paz’ (cuya filosofía última aplaudo, insisto) porque lo perfecto, y más cuando requiere un dificilísimo consenso de ciudad (la mayoría de partidos, sindicatos y parte del movimiento ciudadano apoyan sin reservas la base logística) no puede relegar lo bueno, sobre todo si éste ya está en la mano. Si renunciar a la base logística del Ejército supusiera que Córdoba recibiera automáticamente los mismos fondos y oportunidades para otros proyectos... pues quizá podría hablarse del tema. Pero después de tres décadas de estar en la cola en inversiones del Estado y de la Junta, independientemente de cualquier partido que gobernase ambas administraciones, pensar que de pronto lloverían millones para iniciativas de desarrollo «de paz»... pues no me lo creo. Otra opción: ¿Y si aprovechamos lo posible, lo bueno, y mientras vamos pensando en un segundo paso hacia lo perfecto?