Quizás solo te quiero.

Porque encontré en tu cuarto

Tanta desolación que ya es mi cuarto.

Hay tal sutileza en estos versos de Ángeles Mora (Rute 1952, miembro de la Academia de Buenas Letras de Granada desde 2003, Premio Nacional de la Crítica y Premio Nacional de Poesía de España 2016 ), es tan impecable su factura, que el estremecimiento que suscita al leerlos nos traslada de la anécdota a la generosa historia que encierra. Historia de amor y de entrega, claro.

La estrofa, a poco que profundicemos, nos hace una propuesta amorosa que encierra afecto y deseo a partes iguales.

Coincidimos en que el deseo es lo contrario a la muerte, que el deseo es vida. Y también coincidiremos en que, si estos deseos no están repletos de sentimientos y de recuerdos, nos volveremos borrosos ante nosotros mismos y nos resultará más difícil reír, ser libres y ser felices.

En los versos anteriores la desolación de la persona amada refleja la propia desolación, que, a su vez, provoca el amor de tal manera que aparece como el resultado lógico del encuentro. De ahí la sencillez del primer verso.

¿Que nos equivocamos al elegir porque lo hacemos bajo el desamparo o la tristeza? ¿Y qué? Es posible que metamos la pata, ¿pero no sería preferible errar por exceso que por defecto? Al menos eso es lo que pienso.

Porque amigas, amigos, nos acucia el tiempo, ese tiempo que no sé dónde leí, que sabemos que no espera por nadie.

En situaciones tan limites como las que estamos viviendo, es más inteligente dejar atrás lo políticamente correcto porque, además de que nos puede estar cercenando las muestras y expresiones de nuestros sentimientos, quizás nos lleve a la pobreza de ser parcos en manifestarlos.

Entiendo que quienes superan esa sensación de ridículo por desvelar su interior no caerán precisamente en él, sino más bien sabrán establecer nuevos vínculos familiares, de amistad, de amor. Es más. Diría que el impulso creativo que atesoramos nos destapará otra ventana, que el amor se volverá más elocuente, que lograremos encauzar el miedo, que incluso la desolación nos abocará al encuentro y que, de vez en cuando, volveremos a vivir con los ojos muy abiertos.

No me puedo sustraer a reproducir una frase de la excepcional Nevenka Fernández. «La verdad es poderosa». La deslizó en sus declaraciones en la serie de televisión sobre unos años terribles de su vida. Me parece un pensamiento tan contundente e irrebatible, que no solo la define a ella como mujer singular, sino que es válido para cualquiera de nosotros. Bueno, para cualquiera que esté en disposición de elegir libre y conscientemente la mejor expresión de sus muestras de afecto, de amor.

Esto me lleva casi irremediablemente a unir verdad, amor y poesía. O la verdad en el amor y en la poesía.

Como hace Ángeles Mora. Si no la han leído mucho les invito a seguirla. Es un placer.

Hoy, que la columna va de amores y poesía, sería magnífico que diéramos rienda suelta a nuestras historias personales con demostraciones desbordantes y generosas de amor, volviendo la espalda a este tiempo feo y de mascarillas.

Vamos a hacerlo bonito.

* Docente jubilada