El título de la de hoy sólo da sarpullido con leerlo, pero es que aún a pesar de la que tenemos encima a cuenta del coronavirus y que la llamada cuarta ola pandémica parece estar acercándose tímidamente, seguimos sin entender cómo algunos se empeñan en saltarse las normas sanitarias y reunirse en manada a beber alcohol. Por supuesto, los que se reúnen no son ni niños ni ancianos, sino jóvenes. Según nuestra Policía Local sólo este fin de semana se han detectado más de un centenar de botellones en nuestra ciudad. La cuestión en el momento actual no es sólo que los jóvenes se diviertan escanciando bebidas alcohólicas, que ya esto de por sí merece un profundo estudio y análisis, sino que además lo hagan en un momento en el que las reuniones multitudinarias sin medidas de control profiláctico matan por mor del covid-19. Algo debemos de estar haciendo mal cuando en la educación de los jóvenes demasiados no entiende el concepto de solidaridad social. En el Mundo Antiguo, joven era aquel que ni era anciano ni niño. Es curioso pero el concepto de juventud o adolescencia como grupo social nace cómo sabemos después de la Segunda Guerra Mundial. En principio no nació como una etiqueta generacional por ser un grupo de edad con sus propios rituales, derechos y demandas, sino como una estrategia publicitaria y comercial. El adolescente como consumidor era una oportunidad para una Europa muy golpeada por la guerra. Y en eso estamos, la juventud parece ser un target de mercado al que parecen haberlo educado las estrategias publicitarias, más que sus propios padres y madres. Y ciertas formas de divertirse de manera egoísta e insolidaria y autodañina son producto de esta contracultura juvenil que convive con nosotros y que va tocando revisarla y dejar de normalizarla.

* Mediador y coach