Cervantes es la ruta quijotesca hacia la libertad. Lees la vida y obra, ves la obra en la vida, y comprendes que el tema de Cervantes no es el fracaso, ni el éxito, ni el amor o la gloria, sino la libertad. Podía haber sido todo lo anterior, pero el hombre estuvo cinco años prisionero en Argel, y después en Sevilla. Ahora lo recuerda Diego Martínez Torrón en una nueva edición del Quijote en Renacimiento, que tiene la pintaza de todos los libros de Renacimiento. Pero se ha remarcado, y así lo hemos leído, que en este nuevo estudio de ‘El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha’ Torrón coloca el foco en un pensamiento «muy avanzado», con un «sentido democrático de la vida», además de «anticlerical, feminista e, incluso, animalista», porque «defiende la libre elección en el matrimonio», para la mujer y muestra «comprensión hacia otras etnias, como la morisca». Siempre resulta a contrapié y difícil -cuando no injusto, o limitativo de la verdadera dimensión de una obra artística- intentar ubicarla en el sistema ético referencial de hoy. Ya saben, como esos profesores de una escuela de Massachusetts que hace apenas dos meses se mostraban ufanos por haber sacado a Homero de los planes de estudio. Ahora viene Kavafis y me sopla al oído que nunca han estado tan cerca -o tan dentro- de nosotros los bárbaros. Pero ya es así. Sin embargo, en clave no tanto democrática, como libertaria con el derecho al frente, todo esto será revelación únicamente para aquellos que no han leído el Quijote. Por eso creo que esta edición merecerá la pena. Y siempre nos conviene recordar el sentido de la libertad en Cervantes; especialmente en la España de hoy, en la que la libertad de expresión es, para algunos, jalear los asesinatos de ETA y de Al-Qaeda, en canciones y en tuits, como si los delitos lo fueran menos en virtud del soporte. Don Quijote liberó a los galeotes, sí; pero poco después fue apaleado por ellos. Mientras, por ahora, sigue cabalgando en libertad.

* Escritor