Los exasperantes y frecuentes cambios en los nombres de calles y plazas, navegando los mares de la limpieza democrática, pero con la más que visible pretensión de arrimar el ascua a «mi sardina política», me provocan cansancio y desconfianza. Es otro frente más.

Limpieza democrática sí. Hacer política con los nombres de las calles y plazas de todos, como hizo el mismísimo Francisco Franco, no me parece bien.

Ilustradas comisiones de la pureza, casi siempre sectarias y partidistas, de uno u otro bloque, pasan el escáner, con cristal de su color, para segar nombres de avenidas, parques y callejones con criterios que, en más de una ocasión, se mueven entre la duda y la sospecha. La composición de esas comisiones levanta tantos recelos, y tantas certezas, que antes de la primera reunión ya sabemos los nombres de las calles que van a desaparecer.

Inmerso en plena pandemia coronavírica y después de leer y releer algunos de los reenvíos que por Whatsapp recibo, de familia, amigos y conocidos, me despierto en ese maremagnun de plazas y avenidas y me da por pensar que la Literatura junta con la Gramática, con algunos matices, podrían rebautizar bastantes callejeros de ciudades y pueblos sin tener que acudir a símbolos políticos o a dimes y diretes de este bando o del otro. Aunque evidentemente, el claro egocentrismo, la soberbia infinita y la necesidad de imponer y de estar en todas partes llevan a los partidos a batirse en un duelo -dialéctico y jurídico- por dar nombre a una plaza, calleja, callejuela o glorieta, donde luzca el recuerdo de un correligionario.

Imaginemos algunas posibilidades a modo de un abanico abierto que ventila aire fresco. Para empezar por algo, para mí sugerente, en el callejero podrían caber los nombres por ejemplo de géneros ligados a la Literatura: ¿Qué tal la calle del ‘Relato’, plaza de las ‘Novelas’, calleja del ‘Ensayo’ o parque del ‘Poema’?... Por no citar al Jardín de la Sátira o al aseo de la Crítica. ¿No sería tentador a más de fascinante la Calle del Romance? ¿Y si le dedicamos una gran avenida a los Endecasílabos?...La retahíla de nombres podría ser infinita si agregamos la Rambla del Soneto, Vial de las Esdrújulas o Ronda de la Fábula. No entramos en autores pues generan polémicas. No porque ellos quisieran, aunque alguno lo intenta. Desde su plenitud o su mediocridad, los autores escriben como saben y entienden y sobre lo que quieren. Tienen su propia vida y dejan señales evidentes de sus aspiraciones. El problema aparece cuando los interpretan con fines tortuosos o intentan apropiarse de su vida y su obra. Siempre se recomienda ir al original y que cada cual saque sus propias conclusiones. Es la mejor salida.

Siguiendo con las calles, despiertan mis neuronas cuando escribo en la página «La calle de los Versos» que convive hace años con la hermosa Manzana, de casas adosadas, llamada «de la Estrofa». Camino de Escritores, Rambla de los Poetas, Travesía de los Nombres, Pasaje del Artículo, Galería del Adverbio y Paseo de la Prosa. Es que son incontables las posibilidades de despolitizar: Callejuela del Verbo, Coso de los Rapsodas, Vial de los Cuartetos, Ronda de los Teatros, Calle de la Lectura, Callejón de los Libros, Parque del Diccionario, Calzada de la Coma, Barrio de la Metáfora, Puente de las Palabras, Vereda de la Diéresis, La Casa de las Sílabas, Vial del Punto y Coma, Vía del Abecedario, Bulevar del Acento, Calle de la Leyenda, Laberinto del Cuento, Jardines de los Mitos…

Realmente, si se quisiera, disminuiría la carga de la política en la rotulación de pueblos y ciudades, calles y monumentos. Bastaría con ponerse de acuerdo en elegir los nombres por unanimidad y no sustituirlos en cuatrocientos años. A términos ligados a la Literatura podemos agregar palabras de las Ciencias, del Arte o de la Música pero claro, sería mucho pedir: sacar a los políticos de sus claves políticas... Aunque estoy convencido que no les vendría mal. Ni a ellos ni a nosotros.

* Profesor jubilado