Hace ya más de nueve meses que vivimos en una realidad que jamás pensamos vivir: han fallecido cerca de 50.000 personas. Muchos negocios han cerrado y otros luchan a diario por mantenerse a flote. Miles de personas han perdido su empleo y otras tantas se encuentras inmersas en expedientes de regulación de empleo. Todos los españoles hemos visto, de un día para otro, restringidas nuestras libertades. Hay horarios para salir a la calle, tomar un café o ir a comprar. No podemos viajar para ver a nuestros familiares que residen en otras provincias. La gran mayoría somos cautos al visitar a nuestros mayores, quienes desde hace ocho meses viven un poco más solos. Conozco bebés que solo conocen un mundo de rostros con mascarilla y que, por los ojos, saben si sonríes y te devuelven esa sonrisa.

En definitiva, todos estamos haciendo grandes esfuerzos y esta situación nos afecta en mayor o menor medida. Es comprensible, en consecuencia, la indignación que hemos sufrido muchos cordobeses al ver las imágenes de personas bailando en la plaza de las Tendillas el pasado sábado y las fotografías de calles totalmente abarrotadas (supongo que no seré la única a la que se le pone el cuerpo malo cuando ve ese bullicio...). Desconozco hasta qué punto la Policía Local podía haber actuado para evitar esa situación: todos sabemos que calles hay muchas, pero los efectivos de Policía Local son los que son.

Lo que sí parece, fuera de toda duda, es que la responsabilidad individual brilló por su ausencia. Se ha referido el alcalde a lo acontecido el sábado como «comportamientos infantiles». Y egoístas, añadiría yo.

Por favor, vamos a acordarnos de lo que llevamos pasado, de los fallecidos, de los empresarios, de los trabajadores despedidos y en ERTE, de los sanitarios, de los mayores... «De esta saldremos mejores»”, decíamos...

* Abogada