Estos días llega a mis manos Florecillas del camino , de Nicolás Crespo Moyano, presentado en el Ateneo de Córdoba en 1991 por el también poeta Mario López. Ha sido un gran acierto esta publicación en 2015 con los poemas compuestos por Nicolás Crespo, don Nicolás Crespo, de la que, por otra parte, llegué a saber a través de las redes sociales. Porque dar a la luz estos bellos versos es la mejor manera de que las personas que lo hemos conocido y habíamos intuido su especial sensibilidad podamos disfrutar con su lectura una y otra vez, como ocurre con la buena poesía.

Que Nicolás Crespo era un gran músico lo pudimos comprobar muchas veces. Lo sabíamos a través de sus ya famosos villancicos, difundidos en sus discos y en los concursos navideños, donde siempre obtenía los mejores premios. También a través de sus enseñanzas en las diversas rondallas que a lo largo del tiempo formó en Cañete de las Torres, donde gran cantidad de niños y chavales tuvieron ocasión de despertar tempranamente sus sentidos -algunos de ellos, alumnos privilegiados, formaron a su vez rondallas y grupos musicales con sus propios alumnos-. Pero que fuera también poeta no lo sabíamos muchos, si bien las letras de sus composiciones musicales no lo ponían en duda. Y cuál es mi asombro cuando leo sus poemas y veo tras ellos una cultura poética que se alimenta de la poesía de los mejores poetas de nuestra tradición literaria; desde San Juan de la Cruz hasta Antonio Machado, pasando por Luis de Góngora, hasta llegar a Juan Ramón Jiménez y muchos otros de la Generación del 27, como Lorca y Alberti. Una cultura poética que toma voz propia con una sensibilidad intimista y unos ritmos en los versos acordes con una sentida y bien pulida expresión artística.

No es de extrañar, por otra parte, que esto fuera así, dada su importante formación musical y su destacado sentido del arte. (Tuve la ocasión de oírle hablar de la belleza artística, distinguiendo a su vez las composiciones religiosas y las profanas, que me dejaron impresionada).

En este librito de poemas late la intimidad humana, enriquecida en su expresión por sus vivencias y por su conocimiento. Y destaca por el importante sentido de lo trascendente, de lo que no acaba, junto a otras muchas cosas banales por las que los hombres se afanan. Y todo ello con el temblor del que observa la vida en la propia naturaleza (sus árboles y palmeras, sus astros o el mundo campesino). Por ello, sus composiciones a la Virgen del Campo, patrona de Cañete, especialmente aquellas en que su verso fluye libre «cual gacela», como es la misma Virgen, son de las mejores y sus versos, de los más sentidos.

Es una suerte, reitero, que podamos conocer a través de esta publicación sus composiciones sutiles, sentidas y bellas. Es un acierto que el pueblo de Cañete haya otorgado su nombre a una calle con el nombre de Músico Nicolás Crespo. Pero es, especialmente, una suerte para todos los que podemos leer sus versos, ver latir lo mejor del alma cañetera, que contribuye a que con voz templada y serena la vida, la buena vida, se expanda entre las gentes, especialmente en estos días de pandemia que tantas angustias e iniquidad nos está acarreando. H