Los ingleses siempre han sido unos maestros en promocionar su imagen. Muchas más barbaridades hizo el imperio inglés que el español. Y nosotros hemos quedado mal con los países hispanoamericanos en tantos casos, mientras que en la India se respeta la huella inglesa: no han parado hasta comprar la marca automovilística Jaguar, que era todo un emblema. Nosotros nos las ingeniamos para dejar en tantos casos un mal recuerdo de nuestro dominio, cuando como digo tantas veces fue menos lesivo.

Los españoles alimentamos nuestra propia leyenda negra. Donde los ingleses filman palacios con césped e imágenes beatíficas de la monarquía, nosotros, cada vez que hacemos una película del siglo de oro, insistimos en una inquisición que en nuestro país fue menos sangrienta, como demostró el historiador británico Henry Kamen con honestidad, que las persecuciones de brujas en la Inglaterra de la época.

Un ejemplo del arte británico por difundir su buena imagen lo constituyó la eclosión musical de un grupo como los Beatles. Un verdadero ejemplo de buen marketing internacional, aunque apoyado en la verdadera valía de estos músicos, que marcaron nuestra adolescencia y juventud. Un símbolo perfecto que sigue vivo hoy día.

En España la música de los Beatles constituyó una marca en los cerebros y gustos de nuestra juventud y adolescencia, desde los años 60 del siglo XX, que son verdaderamente creativos. Impensable dicha juventud sin sus canciones.

Veo en la televisión un reportaje sobre los músicos de Liverpool, con imágenes inéditas de sus actuaciones, y lo comprendo todo.

Veo a las jóvenes adolescentes de dieciséis años gritando histéricas cuando los músicos agitaban sus melenas. Unos músicos que por primera vez no cantaban con voz impostada de varón.

Veo a esas adolescentes peinadas en forma de casco, y con gafas brillantes a la americana. Vestían como sus madres. Las madres de la postguerra mundial puritana y hortera. Adolescentes muchas de ellas bastante feas, aderezadas como personas mayores, pero que descubrían la libertad sexual en la imagen icónica de los cuatro genios de Liverpool. Ya no querían ser Doris Day como sus madres…

Aparte de la magia de la música rock, esto es lo que creo que se encuentra en la base de la admiración que aquellas jovencitas profesaron por los Beatles: la liberación de los códigos de conducta represivos de sus familias, recién salidas de una tremenda guerra, e insertas en la nueva Guerra Fría.

Y no puedo olvidar la imagen de todas esas chicas vestidas y peinadas al modo hortera de Doris Day, gritando su libertad al aire.

Poco después esas formas de atuendo quedarían anticuadas y periclitadas.

Protestaron y detuvieron una de las pocas guerras que entonces se daba en el planeta, la de Vietnam --tiempos aquellos…--. Hoy que todo Oriente Próximo está en llamas, como consecuencia de la nefasta gestión internacional de Bush hijo, no vendría mal recordarlo.