¿Cuántos de vosotros no han hecho estos días limpieza de cajones, armarios, etc. durante este periodo de confinamiento infinito que lleváis en casa por causa de este maldito virus? Seguro que os ha servido para desechar aquellas cosas inútiles que ya no sirven. Y, ¿cuántos de vosotros ha considerado esa limpieza más que necesaria para ordenar y dejar sitio libre?, a más cosas...

El tiempo que nos ha tocado vivir es el paradigma del materialismo, del «usar y tirar», del «me he cansado de esto», del «no me sirve». ¿Os habéis parado a pensar si un niño del siglo pasado o más cercano en el tiempo, pongamos alguno de África, India o Sudamérica..., entrase al dormitorio de uno de vuestros hijos? ¿Cómo reaccionaría?; ¿y, al ver la bolsa que acabáis de tirar al contenedor con todas esas cosas que no sirven?... pero no va por ahí el asunto.

La sociedad actual se ufana en alcanzar, a toda costa, hitos que mejoren nuestra vida: desarrollo tecnológico, mejora asistencial, avances médicos, etc. a una velocidad que impide, en muchas ocasiones, asimilarlos. Este avance indiscriminado «hacia lo mejor» influye determinantemente en los cambios que día a día advertimos en nuestro entorno. Hoy, el éxito se mide por cuan rápido llegas al mismo y, por supuesto, sin mirar lo que dejas en el camino.

La sociedad, en ese avanzar hacia... -Dios sabe dónde- ha perdido muchos de los valores que se le reconocían según nuestro raciocinio y que hoy hay que profundizar mucho más, si cabe, para encontrar qué queda de ellos. Súmale la clase política que, manchada de la misma mugre, ha derivado su actuación hacia lo fácil, lo «bienvisto», lo previsible, que no ayuda y no es valiente para alentar signos en favor de una sociedad mejor y más justa. Todo lo contrario, vanagloria al que medra y hunde a quien se esfuerza. ¡Hasta dónde hemos llegado como sociedad! Cuando, para más injusticia, se juega con la vida misma traspasándola a un mero papel que llega al poder legislativo, desde el ejecutivo, sin el más mínimo reparo social ante un crimen como el aborto y la eutanasia.

El más claro ejemplo de esta situación es la vejez. Decía Cicerón en su libro De-Senectute, quizás el más completo tratado sobre la vejez, «La vejez siempre está en primer plano, todos se esfuerzan por conseguirla y cuando la alcanzan, todos la culpan».

Esos mayores que, en muchas culturas, quizás menos «desarrolladas» tecnológicamente pero mucho más avanzadas en justicia social, son la cúspide de la pirámide social. Son nuestro Senado, Sanedrín, Consejo de Ancianos y en ellos radica la sabiduría, la experiencia y el sosiego que tanta falta hace a la sociedad actual. En palabras de Catón, personaje principal del libro de Cicerón... «Las armas defensivas de la vejez son, las artes y la puesta en práctica de las virtudes cultivada durante la vida, que cuando has vivido mucho tiempo producen frutos maravillosos». ¡Qué realidad más hermosa! Cuando uno llega a la vejez, declina las bondades de la naturaleza (fuerza, vigor, impulso), que ni le son interesantes ni las desea, para adentrarse en la razón, la tranquilidad, el estudio y la conversación.

Pero como nuestros mayores no se adaptan a la velocidad de los cambios de la sociedad actual, y, además, no rentan, son vulnerables, necesitan atenciones; esta (familia e instituciones) los «aparca» y los olvida. Hay excepciones, claro; recordad como no hace mucho, diez o doce años, la Sociedad agradecía públicamente a los «abuelos» el papel que jugaron durante la última crisis económica. ¿Qué queda de eso? Los titulares añejos de los diarios; de lo demás, nada de nada. Los ha vuelto a olvidar, más severamente, si cabe.

Además, hoy, cuando la sociedad ve vulnerada su ligerísima coraza por un simple virus, vuelve a mostrar su cara más insensible con nuestros mayores. Ellos sufren ahora más que nadie el azote de la pandemia. Personalizo ahora si afirmo que lloro al imaginar esa pareja de ancianos, solos, que haya llegado estos días a las urgencias de un hospital asumiendo la realidad de su desahucio vital y postergados, en el mejor de los casos, a una camilla en un pasillo. O en el caso de aquellos quienes se dan la mano a diario, en las miles de residencias de «aparcados sociales» en España, pensando que será el último gesto de cariño entre iguales porque los de sus familias, ni están ni se les espera. Esta situación, coincidiréis conmigo, es inhumana y no se debe consentir en pleno siglo XXI.

Gracias al dichoso virus, que nos ha abierto los ojos ante la realidad y que nos ha levantado de nuestra anodina comodidad, surgen las preguntas: ¿debemos permanecer impasibles?; ¿debe reaccionar la comunidad en general y la cristiana en particular?; que cada uno escriba aquí lo que considere. Y, ¿debe la sociedad exigir responsabilidad, y, posteriormente, responsabilidades, a las instituciones que nos gobiernan? Igualmente, esta parte es para vosotros, Sociedad.

Ya es hora de actuar, que siempre es mejor hacer que decir. Y por esta razón, nace esta iniciativa particular de personas anónimas y comprometidas que desean manifestar su profundo respeto a nuestros mayores, trasladar y hacer público que su existencia tiene razón de ser para todos y cada uno de nosotros porque su experiencia, su sabiduría, su vida entregada, su pasado cierto y la incertidumbre del futuro, su sosiego, su abnegación callada y porque son parte de nosotros mismos, son motivación suficiente para que desde nuestras responsabilidades profesionales, sociales y familiares seamos capaces de alcanzar las metas propuestas en beneficio de una Sociedad más justa, a la vez que ser maestros de nuestros hijos en ese mismo respeto que proclamamos.

Y, por último, discrepamos y renegamos abiertamente de la forma en que la Sociedad, incluidas las instituciones públicas, ha tratado hasta ahora a esta venerable comunidad, desvistiéndola de la más mínima dignidad, tratándola como si sobrasen y que este mundo no era su sitio. Por todo ello, y en voz alta gritamos «No s9obráis», ninguno. Fuisteis, sois y seguiréis siendo esenciales y el soporte moral de toda nuestra Sociedad, os lo debemos.

* La firma de este artículo la comparten otras 19 personas