Cuando hace poco más de 80 días estábamos celebrando la entrada de este 2020, era impensable presagiar lo que se nos vendría encima en esta primavera recién estrenada. No podíamos imaginar que todo quedaría truncado por el covid-19. ¿Quién nos iba a decir que esta primavera iba a quedar truncada?, ¿quién nos iba a decir que las cofradías con sus hermandades y cuadrillas no iban a poder procesionar en la Semana Santa 2020?, ¿quién le iba a decir a mis paisanos que no iban a poder tocar el tambor los viernes de cuaresma de marzo y tampoco lo harían la víspera de San José...? ¿Quién le iba a decir a los pequeños y medianos empresarios de todos los sectores, pero sobre todo a los de servicios y del pequeño comercio, la mayoría autónomos, que esta primavera no iban a hacer el agosto, sino más bien todo lo contrario?

¿Quién le iba a decir a los trabajadores que su modesto o precario empleo pueda desaparecer? ¿Quién les iba a decir a los estudiantes que se iban a encontrar con esta incertidumbre? ¿Quién le iba a decir a los novios, a las familias que preparabans comuniones, cumpleaños... que sus celebraciones quedarían suspendidas sine die?

Y lo peor, ¿quién le iba a decir a las personas que han caído enfermas que iban a estar aislados, sin familiares ni amigos? Hasta los velatorios, por fallecimientos debidos a esta causa u otra, se hacen en la intimidad si ni tan siquiera poder besar o abrazar a los familiares. Y ahora me acuerdo de aquella canción de Víctor Manuel, «a dónde irán los besos que no damos».

Quizás esta situación inesperada que nos ha detenido en seco sirva para pensar en el ritmo de vida, de sociedad que llevábamos, donde pensábamos que todo se podía controlar y predecir y ya vemos que no. Ahora, que lamentablemente tenemos más tiempo para reflexionar, deberíamos pensar por qué se abandonó el humanismo, y nos hemos centrado sólo en el déficit, la prima de riesgo, la deuda... solo en la austeridad. El orden económico, el rigor, la estabilidad, son necesarios, pero es el tiempo de preocuparnos por los servicios públicos que garantizan la calidad de vida a todos por igual, sobre todo a los que menos tienen. Ahora es cuando de verdad estamos comprobando la necesidad de un sistema sanitario público de calidad.A ellos, a los profesionales sanitarios les quiero dar las gracias y a las auxiliares de ayuda a domicilio, al personal de las residencias de mayores y al tercer sector..., y cómo no, a las fuerzas y cuerpos de seguridad, a los repartidores, a los trabajadores y trabajadoras de los supermercados y comercios de alimentación, al personal de la limpieza por el trabajo que están haciendo en estos duros momentos. Y no lo voy a ocultar, también doy gracias por tener en La Moncloa a un presidente del Gobierno socialista, que estoy segura que antepondrá a las personas por encima de todo; con sus aciertos y sus errores, como cualquier dirigente, está demostrando entereza y humanidad con las medidas económicas y sociales dirigidas a los más vulnerables, a los autónomos, a la empresa, a la investigación, con un importe 200.000 millones de euros, el 20% del PIB español.

Ánimo y fuerza, saldremos de esta situación fortalecidos y todos por igual, sin dejar a nadie en el camino. Admiro cada día más a los españoles, a los andaluces, a los cordobeses y a mis paisanos baenenses, por su ejemplo de civismo y responsabilidad y sólo me queda emplazaros a todas las Semana Santa que vendrán. Mientras tanto, no olvidemos la importancia del humanismo, la solidaridad y los afectos por encima de todo. #EsteVirusloParamosUnidos. #YoMeQuedoEnCasa.

* Senadora del PSOE por Córdoba