En septiembre de 1993, hace más de 26 años, se firmó en Córdoba un Plan Estratégico que, refrendado institucionalmente y participado por todas las fuerzas vivas cordobesas, iba a colocar a Córdoba en la «Primera División» del desarrollo nacional, donde «jugaban» las ciudades más florecientes de su panorama económico-social. Córdoba sería, según el plan y en palabras escritas de Herminio Trigo, a la sazón alcalde de esta ciudad y presidente del comité ejecutivo, «una ciudad coherente, con mayores exigencias del aprovechamiento de nuestros potenciales y una Córdoba más humana, equilibrada en su territorio y con una adecuada distribución económica entre sus ciudadanos».

Desde 1993, Córdoba está mucho más anclada en lo que fue hace siglos que en mirar a un futuro redentor de la falta de ideas que, como enfermedad crónica, está padeciendo inmisericordemente. No se nos puede olvidar que la situación decadente que soportamos es consecuencia de las decisiones políticas tomadas desde hace muchos años y de las difíciles y escabrosas relaciones entre esta administración local y la de la Junta de Andalucía.

Las estrategias que consensuadamente se propusieron en la Declaración de las Instituciones del referido Plan Estratégico no se han desarrollado conforme a las apreciaciones de «necesidad y urgencia» que, en dicha declaración, se motivaron: Ni se ha potenciado Córdoba como centro logístico dinamizador de los sectores productivos. Ni se ha impulsado ni transformado la perspectiva del área urbana; el Consistorio lo que ha hecho es dejarse llevar por una inercia existencial sin meterse en más «libros de caballerías». Ni se ha mejorado «la cualidad del entorno y la promoción social y cultural de los cordobeses»; tenemos un 14,3% de absentismo escolar, demostrativo de un déficit educativo que abona un abandono considerable de los estudios, además de abanderar la «dudosa ostentación» de tener un barrio como el de Las Palmeras, con el porcentaje de fracaso escolar más alto de Europa (Solo 2 de los 386 alumnos ha obtenido el graduado en ESO en el curso 2018-19). Ni existe el más mínimo equilibrio en la distribución económica al ser la tasa de paro del 25,28%, once puntos por encima de la media nacional; esta realidad es consecuente con la tasa de exclusión social: el 38,2%, cuando el dato nacional es del 12,1% ¡Veintiséis puntos superamos a la media del país! Además de estar los salarios cordobeses entre los cinco más bajos de España y la precariedad laboral nos presenta unas dimensiones absolutamente alarmantes. Tenemos una muy deficiente capacidad para cubrir expectativas de captación de nuevas inversiones externas al ser una ciudad excesivamente burocratizada en la obtención de licencias que, más que un trámite, son una odisea frustrante para el empresario que, cándidamente, las solicita.

Cuando se denomina estratégico a un plan que afecta a Córdoba en todas sus acepciones de ciudad, parece de todo punto grotesco que se olvide conceptuar a esta misma Córdoba como un proceso regulable que, en su conjunto, ha de asumir una serie de reglas que aseguren una decisión óptima en cada momento; pero hay que ser ciegos para no ver que las tensiones ideológicas, históricamente, han dinamitado la determinación y la firmeza necesarias que, lógicamente, convergerían en resoluciones beneficiosas para esta Córdoba, tan manipulada y «estratégicamente ideologizada».

Ahora, el Consistorio cordobés, llevado por el imprescindible impulso de acabar con una frustración ciudadana, sufridora de los ratios más deplorables en todas aquellas variables que dibujan el proceso de las ciudades, diseña un nuevo plan empezando por una terapéutica «ecografía» de la situación cordobesa. Pero nada será nuevo bajo el sol si no se cambian los comportamientos que son ancestrales en esta ciudad: los derivados de las conductas y prácticas políticas que dividen más que suman y que restan más que multiplican; que no se permita que una «jaula de grillos» perjudique la partitura de una armoniosa sinfonía como ha ocurrido sempiternamente en esta Córdoba, tan necesitada de ideas positivas.

La transformación digital como consecuencia de su desarrollo económico; la promoción de la parcela investigadora, sustentada en el Imibic, el Ifapa y el IESA-CSIC e impulsada por las dos universidades; el desarrollo de la Cultura, con mayúscula, y el Conocimiento, también con mayúscula; la formación continua y de calidad y la promoción de Córdoba como capital industrial, desarrollando su estratégico emplazamiento geográfico son prioridades que, bien diseñados sus desarrollos y objetivos, pueden ser determinantes para el éxito de este nuevo «invento».

El próximo futuro explicará qué clase de invento fue: si el hallazgo de algo nuevo y positivo o un fingimiento interesado de hechos falsos. Ustedes mismos, políticos de turno, lo dirán.

* Gerente de empresa