Hace ya tiempo que la transformación en autovía de la N-432 (Granada-Córdoba-Badajoz) es tema recurrente en el debate provincial y seguramente lo seguirá siendo después de la asunción generalizada del problema de la España vaciada, mejor despoblada, y de que estemos casi en permanente campaña electoral.

Semanas atrás asociaciones empresariales de la zona del Guadajoz reclamaron a las administraciones medidas para revertir su tendencia negativa, de la que un buen indicador es precisamente la pérdida de población que aqueja a la mayoría de nuestros municipios. La propuesta estrella, la A-81, quedando así abierto un nuevo episodio de tirones de orejas, cortes sobre la citada carretera y declaraciones no todas demasiado afortunadas. Destaca la difusión de un mapa con la evolución reciente de la población municipal en Córdoba concluyendo supuesta relación casi biunívoca entre incrementos demográficos y proximidad a infraestructuras de transporte de gran capacidad.

Y es que muy extendida está en amplísimos sectores sociales que las inversiones en infraestructuras de transporte son panacea y casi suficiencia para el desarrollo económico y social de los territorios. Y siendo así y estando la clase política habitualmente en clave electoral, qué mejor argumento en sus balances de gestión que actuaciones en tal materia y qué más oportuno que la constante denuncia sobre aquellas otras pendientes de ejecución por grupos rivales. Ejemplos los hay y de todos los colores.

Y en este contexto valen argumentos ciertos, la A-81 disminuirá las distancias reales y la accidentalidad; faltos de rigor, se uniría por autovía varias de las pocas provincias europeas que restan (en algunos países lo que hay son departamentos, cantones lander...) y, finalmente, que significaría un beneficio generalizado e importante para el desarrollo económico de todo el área afectada. En esto último estamos centrados.

Prueba de algodón sobre el citado convencionalismo que a la gran descentralización presupuestaria del estado de las autonomías y los significativos incrementos de accesibilidad territorial, debido a actuaciones precisamente en carreteras, no haya correspondido crecimiento algo homogéneo en la geografía nacional. Es más, no solo el campo se está despoblando, esta sangría afecta a muchas ciudades medias e incluso a capitales de provincia. También en Córdoba ese mapa tan difundido refleja municipios a pie de autovía en negativo, o limítrofes y con accesibilidad similar con tendencias contrapuestas.

Los estudios del proceso de emigración rural tan intenso de los años 50 y 60 del pasado siglo señalan a la mecanización del campo como origen de un cambio económico en nuestros pueblos que generó un flujo demográfico en espiral hacia las cabeceras provinciales, receptoras estas de muchos servicios y trabajo asociado, y zonas con demanda de empleo industrial.

En el contexto actual hay consenso en que fenómenos como la globalización o el creciente papel de la economía digital favorecen la deslocalización y fuerte concentración de actividad en pocas y determinadas áreas urbanas. Son estas las que ofrecen expectativas profesionales con empleos menos estacionales y de calidad y, en consecuencia, atraen población de nuestros pueblos y ciudades. Ciertamente complicada la competencia con ellas, pero de alguna forma habrá que contribuir a generar esas expectativas sobre empleo atemporal y de calidad cuya receta estaría por concretar y en cuyo contenido no todo será accesibilidad territorial y, en este caso, A 81.

Incluso sobre esta autovía error puede ser seguidismo a políticos y parece que también empresarios que se limitan a «autovía ya». Cuando se han definido alternativas de trazado, aunque ya hace tiempo -estudio informativo de 2007- las ventajas e inconvenientes de cada una de ellas pasaron bastante desapercibidas, siendo clave para algunos pueblos. Tampoco atención alguna a los efectos negativos derivados de carreteras con accesos muy limitados, cuyas exigencias de trazado tienden a apartarlas de las poblaciones de menor tamaño y el tráfico discurre a gran velocidad. Y si surge alguna voz haciéndose eco de la correspondiente evaluación ambiental y, en su caso, de las oportunas correcciones, ya se sabe que las personas son más importantes que los animalitos. La duda es si con estos no desaparecerían también aquellas.

* Licenciado en Geografía e Historia