Mañana abre la cortina una semana muy especial; algunos podrán pensar que serán días para el maligno y otros quizás jornadas para la esperanza. El Supremo hará público su fallo sobre los líderes del procès juzgados, y puede que días u horas después, la momia de Franco mude desde su actual reposo de honor en Cuelgamuros a otra tumba más modesta en El Pardo. Dos de los fantasmas más persistentes y dañinos de España en el último siglo, dictadura y separatismo, se cruzarán por la calles de Madrid en su otoño más luminoso sin rozarse siquiera, a pesar de tanto odio acumulado. La historia es irónica en ocasiones; ahora ha querido que la democracia española en sus momentos más desangelados dé un golpe de llave a dos de los episodios que más la envenenan y tanto dolor aún procuran.

Los forofos de unos y otro llevan semanas calentando el ambiente para sacar tajada de tanto hueso en pena. Los separatistas proclaman que solo les satisfará la absolución de sus héroes y los nostálgicos del caudillo apelan a todas las instancias jurídicas y religiosas posibles (gracias a dios ya no al ejército) para que su excrecencia continúe reposando en suelo de gloria. Ellos, quién lo diría, defendiendo los despojos del abuelo con las leyes de la democracia, cuando siempre se valió para todo de su firma sentenciadora.

Los medios de comunicación se harán de eco del ruido que ambos acontecimientos emite, aunque su trueno será más artificio que de buena carga eléctrica. El Tribunal Supremo desliza que no culpará de rebelión consumada, sino por desafueros menos penados. El río del procès, entonces, manifestará decepción pero su grito se ahogará pronto en el aire tibio del otoño. A partir de ahora comenzará un nuevo acto en la tragicomedia carlistona del procès que precisará de políticos más sabios y valientes para interpretarlo.

El Gobierno ha decidido que el traslado de los restos del dictador se haga a la luz del día. Nada que ver con el desmontaje de la estatua ecuestre del gallego en la plaza de San Juan De la Cruz, frente a los Nuevos Ministerios. Entonces la ministra Magdalena Álvarez ordenó a los eficientes directivos y operarios de Tragsa levantar y trasladar la mole sin aviso previo y en plena noche para evitar vivas, mueras y otras banderoladas. Pedro Sánchez quiere que se proceda a un traslado normal: levantamiento de restos con asistencia de familiares, si así lo desean, y traslado en coche fúnebre repleto de coronas hasta Mingorrubio.

Así que tendremos días de centenares de policías en alerta, mientras la mayoría observa el espectáculo con cierto desdén y la minoría se lamenta. Claro que no habrá llanto más húmedo y voz más quebrada que la del prior de Los Caídos. De nuevo la historia acude para dar la razón a Benito de Nursia, el fundador de la orden benedictina y autor de su conocidísima Regla. Cuando se refiere al prior del convento dice lo que sigue: «...Con frecuencia al designar al prior se originan graves escándalos en los monasterios, pues hay algunos que hinchados por un maligno espíritu de soberbia y creyéndose segundos abades, se vuelven tiranos, fomentan escándalos y crean divisiones en la comunidad». La clavó.

* Periodista