Bueno pues se acabó. Al menos en la versión televisiva. Veremos cómo finaliza en los libros George R. R. Martin su Canción de Hielo y Fuego, que así se llama la saga que conocemos televisivamente como Juego de Tronos (título del primer volumen) porque, como es sabido, la serie adelantó en su día a lo hasta ahora escrito, de forma que ha finalizado por su cuenta y riesgo todo el entramado iniciado en 2011. Desde el monumental lío de Perdidos pocas veces se había levantado tal expectación por conocer como concluye todo. Habrá que ver ahora quien es su sucesora en aceptación, duración y género. Los frikis pueden estar tranquilos porque, al igual que sucede con Star Wars o Star Trek, ya se están preparando toda clase de precuelas y secuelas. Aunque generalmente aportan poco. Además la nueva manera de consumir series televisivas todavía relega más las adaptaciones de textos literarios. Lo de la lectura es casi ya una batalla perdida. Los fines de semana el personal se tumba en el sofá, escoge en cualquiera de las plataformas existentes la serie que más le atrae y se cepilla, uno tras otro, todos los capítulos que es capaz de digerir de un tirón. Luego los cotillea con los amigos, cada uno cambia cromos con los demás y... al sofá se ha dicho. El sistema se realimenta que es un primor.

Córdoba siempre podrá añadir a su currículum el haber estado presente en una de las mejores producciones televisivas de los últimos tiempos, aunque el puente romano ( Puente Largo de Volantys) sea apenas identificable bajo la barahúnda de casas que los efectos digitales le pusieron encima. Más lo es el castillo de Almodóvar (Altojardín). En cualquier caso la Historia de nuestra ciudad es de tal riqueza que muchas de las cosas que suceden en la serie puedan encontrar fácilmente un trasunto en ella. ¿Que masacran una ciudad? Aquí el arrabal de Saqunda. ¿Que el fuego valirio determina el resultado de una victoria naval?, pues nos vamos a los combates entre el emirato de Creta fundado por los huidos del otro lado del río y los barcos de Bizancio con su fuego griego. O aún más atrás. A los inventos de Arquímedes en el asedio a Siracusa donde la flota romana estaba mandada por un Marco Claudio Marcelo con toda la pinta de ser abuelo del nuestro. ¿Que vienen los rubicundos hombres del Norte? Aquí los vikingos por el Guadalquivir. ¿Cenas sangrientas? Más de una; empezando por Omeyas y Abbasies en Abú Futrus. Y por si faltaba algo tenemos un par de dragones en la fachada de San Francisco. Con estos y otros mimbres los chicos de Córdoba Misteriosa montaron un ameno paseo nocturno por la «Córdoba de juego de tronos» las vísperas de su capítulo final. José Manuel Morales nos habla de estas y otras cosas los domingos en este diario.

El simple hecho de inspirarse en la Historia real dota a la serie de toda clase de reflexiones sobre el poder, la política, la ética... Pero sin duda prima sobre ellas su dimensión cinematográfica. Sus interpretaciones, sus guiones, su sentido de la espectacularidad, sus magníficas recreaciones virtuales. Todo un ejemplo de entretenimiento. A veces nos olvidamos de que el cine lo es. Y muy mucho.

Fenómenos colaterales. El omnipresente (a veces incluso insufrible) aviso, en cualquier información sobre la saga, acerca de la posibilidad de destripar contenidos a quien lea el artículo. Observarán que evito el anglicismo al uso. ¿Le podrá decir un alumno a su profesor de Literatura que no le analice el Quijote porque aún no se lo ha leído? La cosa se presta a toda una gama de consideraciones. Y si seguimos llevando la teoría hacia otras vías «preventivas» cualquier día nos podemos encontrar con la necesidad de avisar a los lectores de que los contenidos de determinadas informaciones pueden incidir en la salud mental. Ya está ironizándose en torno a regulaciones sobre a partir de cuántos días se puede hablar libremente de lo que acontece en una serie sin chafárselo a los que no la han visto. (Observen otra manera de evitar el anglicismo).

Total que como Arya se va hacia lo desconocido, Jon más al Norte y Drogon vaya usted a saber, las secuelas pueden seguir por donde les plazca. Eso sí. Cuidado. Los zombies de los caminantes blancos siguen entre nosotros. Se les puede ver por las ciudades, inclinados sobre una pequeña pantalla reluciente, girando al unísono por las calles, obedientes a una voz que les dice por dónde ir, hacia donde girar, hacia donde mirar. Son los smombies (smartphone zombies). El Señor de la Oscuridad captura sus sentidos a través de un itinerario, una conversación telefónica, un mensaje, una musiquita... y los convierte en un peligro atravesando calles o colisionando con otros peatones. En algunas ciudades ya han tomado medidas para prevenirlos. Por lo demás no son de temer. Además, parafraseando la frase estrella de la serie, summer is coming. Se van a enterar.

* Periodista