Las acuarelas que Nemesio Rubio --viñetista dominical de este periódico-- expone en el Patio Barroco de la Diputación hasta el 17 de junio han convertido el atraso de los campos de Los Pedroches en arte, el paisaje rural en una filosofía de colores y las encinas y dehesas en una contemplación de los sentidos que han redimido esos terrenos por donde nos hemos criado. El arte es la particular contemplación de cada ser humano del mundo cuando la convierte en belleza. De chicos, como Nemesio, nos íbamos a jugar por esos campos perdidos en donde nos entreteníamos con las albercas de agua con verdina y los árboles con peras y melocotones. Ahora, de mayores, aquella experiencia juvenil se ha convertido en el espacio del arte y nuestros recuerdos y vivencias, en la contemplación de unos cuadros que nos remiten a un tiempo en el que empezábamos a comprender el mundo. Por ejemplo, Hinojosa y su iglesia, que es como una catedral cuando la contemplas desde una observación sin más códigos que los que inspira la belleza que en su interior ha acumulado prédicas, sermones y consejos cristianos proclamados en su día por dignidades eclesiásticas que envolvían su vida en manteos de oratoria difícil. O en la torre de la iglesia de El Viso, una arquitectura ligada a los Reyes Magos y cuya admiración siempre dependía de las corridas de toros de la plaza del Ayuntamiento. Y están los campos, esos espacios por donde nos hemos construido por veredas, caminos y cañadas que recorríamos siendo muchachos cuando buscábamos el amor por los trigales. El arte de las acuarelas de Nemesio es convertir en sueño y belleza cualquier pasaje cotidiano: como un coche eternamente aparcado, una vereda sin rumbo trocada en camino de mil direcciones o la torre de una iglesia que en su interior guarda una melancolía de siglos. Hay acuarelas que dibujan un mundo en el que el árbol, la yerba, las fachadas de las iglesias y los cielos son esa realidad nacida del arte que transforman la objetividad en belleza. Lo que diariamente suele hacer Nemesio Rubio cuando decide hacer del mundo que ve un cuadro de acuarela, la pintura que le inspira. Y que podemos contemplar ahora en la Diputación.