Recuerdan «Casablanca» y la respuesta del capitán Renault cuando Rick Blaine le pregunta por qué cierra su café? «¡Es un escándalo! He descubierto que aquí se juega». Y llevábamos hora y media viendo juego en el café.

Algo parecido les pasa a los españoles. «¡Es un escándalo! He descubierto que aquí se infringen los derechos de autor». Y se rasgan las vestiduras por un presunto plagio de varios párrafos en una tesis de 342 páginas. En internet proliferan las empresas que ofrecen servicios como la redacción del Trabajo Fin de Grado o de Máster o la tesis doctoral: «Once euros la página escrita con sus menciones y citas bibliográficas». Ilegal de todo punto, pero a nadie se le ha ocurrido perseguirlas.

A nadie se le ocurre tampoco cuestionar la composición española del tribunal evaluador de tesis doctorales. El director de la tesis elige a los cinco miembros del tribunal. Se garantiza así el cum laude. Práctica

En el resto de Europa, un sorteo entre todos los profesores del área docente relacionada con la tesis determina la composición de un tribunal que hace un seguimiento desde el principio de la elaboración del trabajo. Para comprobar que el texto es, efectivamente, de quien lo presenta.

Aquí nadie cuestiona que un informe de la International Intellectual Property Alliance dice que España es el país con más piratería de Europa. Les preocupa que una tesis infrinja la propiedad intelectual. No le preocupan estos atentados a la propiedad intelectual: 4.005 millones de accesos digitales ilegales a contenidos en 2017 por valor de 21.899 millones de euros. Dos mil millones de euros perdidos. Los escritores perdimos el 25% de nuestros ingresos.

Un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Múnich titulado Inteligence and Crime: Evidence for Software Piracy revela que cuanto mayor es el cociente intelectual de los habitantes de un país, más bajo es su número de descargas ilegales.

* Escritora