Arriba, levanta… tira de la manta. Despierta tu niño interior. Arriba, espabila... abre las pupilas, del niño que se hizo mayor». Así invitaba el popurrí de la chirigota No valemo un duro, de Antonio Pedro Serrano, ‘el Canijo de Carmona’, a recuperar su infancia a aquellos adultos que han perdido a su niño interior con el paso de los años. Nos hemos acostumbrado a conformarnos con poco, ¿en qué momento perdimos esa curiosidad que todos teníamos de niños por saber el por qué de todo?

Hemos cambiado el preguntar todo por quejarnos por todo, la denuncia social está a la orden del día. Es una herramienta muy positiva, no me posiciono en contra de ella, pero solamente tiene sentido aquella denuncia que está fundamentada. ¿Cuántas veces hemos visto en las redes sociales o en la vida real a miles de personas siguiendo en una protesta a un líder político o periodístico? Muchísimas. ¿Cuántas veces aquellas protestas buscaban el beneficio de la humanidad o del «pueblo», respetando los valores democráticos de los cuales nuestro país se enorgullece?

Estamos cayendo en un aborregamiento político donde sin darnos cuenta avanzamos en una dirección que, creyendo que puede ser la correcta y la que nos marca el pastor, no lo es, ya que seguimos a lobos disfrazados de pastores. Y aunque el lobo se vista de pastor, lobo se queda. Por mucho que esos «líderes» quieran cubrirse las garras y los colmillos denominándose demócratas y utilizando palabras largas y elocuentes, el populismo y los impulsos de calado dictatorial acaban saliendo a la luz. Plutarco dijo: «Un ejército de ciervos dirigidos por un león es mucho más temible que un ejército de leones mandado por un ciervo». Más temo yo a un ejército de borregos mandados por un lobo, porque imprimirá en los borregos el instinto depredador, pero éstos seguirán siendo borregos, así que en cuanto el lobo haya cumplido con su objetivo, se comerá a los borregos.

Así funciona el populismo, encandilar a las masas disfrazando lo dictatorial de democrático, llegar al poder democráticamente y acabar gobernando dictatorialmente. Hay muchos ejemplos a lo largo de la historia de esta praxis populista por parte de extremos políticos muy diferentes, pero que al fin y al cabo coinciden en destrozar, odiar y matar. No olvidemos nuestra historia si no queremos repetirla, ya que, como dijo Cicerón: «Un pueblo que olvida su historia está condenado a repetirla».

¡Arriba, levanta, despierta tu niño interior! Preguntémonos todo, como cuando éramos niños. ¿Estoy aborregado, o por el contrario hago las cosas por algún motivo? ¿Tiene mi vida razón de ser, o tengo una vida que carece de sentido?

En el momento en que volvamos a ser personas y no borregos, superaremos la crisis de valores en la que estamos sumidos, seremos más felices, la política será verdadera política, los populismos caerán y volverá a liderar la sociedad la gente con criterio, independientemente del color político que tenga.

Para dejar de ser borregos hay que quitar de nuestro lado todo aquello que nos aborrega, como por ejemplo pueden ser las redes sociales, de las cuales hay que saber hacer un buen uso.

Me gustaría finalizar como empecé, con la chirigota No valemo un duro:

«La vida es para vivirla, no pa subirla a las redes

y un sentimiento no ocupa 140 caracteres

Que los hombres se esconden, solamente cuando juegan

y los amigos se cuidan, no solamente se agregan

Hoy tienes que despertar al niño que duerme en ti

Se nos olvida jugar. Se nos olvida vivir».

* Estudiante del Grado en Ingeniería Aeroespacial en la Universidad de Sevilla