Aestas alturas, creo que los resultados electorales hansido analizados y metabolizados por partidos y votantes, produciendo legítimos sentimientos de alegría y decepción así como un sentimiento compartido de sorpresa. Las expectativas generadas por los estudios preelectorales y por su interpretación política no han correspondido a los resultados. La gran pregunta es por qué se ha fallado en la predicción, y la respuesta es tan compleja como las propias técnicas de investigación entre las que se encuentra la encuesta preelectoral.

Se trata de una técnica muy sofisticada en la que entran en juego muchos factores: su metodología, los criterios para su análisis, el ámbito en el que se aplica y, desde luego, los actores, quienes preguntan y quienes responden. Por ello, para conocer exactamente qué ha fallado hay que hacer un análisis muy exhaustivo. Mi análisis aquí, naturalmente, no desciende a la profundidad requerida pero hay cuestiones que se pueden dejar planteadas.

En primer lugar, me parece importante el contexto. Actualmente vivimos en un entorno incierto, rápido y barato en el cual la necesidad de anticiparse exige información inmediata y a bajo coste. Esto significa invertir pocos recursos, menos formación del personal que recoge la información y menos controles de calidad, lo que es igual a datos menos fiables. Es cierto también que muchas encuestas no recogen la diversidad de la sociedad, en particular aquellas que no incorporan en sus muestras usuarios de teléfonos móviles. Además, la encuesta solamente aporta un tipo de información, por lo tanto, sólo permite hacer un tipo de estimación. En este sentido, creo que deberíamos plantearnos el uso de otras técnicas y mantener su desarrollo a lo largo del tiempo para aquilatar mejor los resultados. Me refiero a técnicas cualitativas que analizan el discurso social. Todo ello teniendo en cuenta, por supuesto, que las encuestas se utilizan con objetivos tan diferentes como la cuantificación de la pobreza o la exploración de la percepción social del dolor, es decir, que su objetivo único no es predecir votos, sino cuantificar una serie de aspectos de la realidad social.

También influye que se ha ampliado y modificado la oferta electoral. Esto supone que es más difícil realizar estimaciones fiables sobre el comportamiento electoral de los nuevos partidos que del comportamiento de los partidos que ya existían, porque de estos conocemos sus sesgos y de aquellos los conocemos menos.

Hay otro factor que desde mi punto de vista es clave para analizar los resultados. Se trata de la deseabilidad social. Supone que los entrevistados contestan aquello que está mejor valorado socialmente y se callan cuando creen que van a ser negativamente evaluados por su respuesta. En este contexto de corrupción y precariedad, es muy probable que algunos votantes no hayan declarado abiertamente su preferencia por el PP y hayan expresado otra opción en su lugar, al igual que le ha pasado al PSOE en otros momentos de su historia.

Ahora, pues, es el momento de aplicar de manera generalizada los aspectos que mejoran las encuestas, sin olvidar ni un minuto que no se trata de una técnica esencialmente predictiva de los resultados electorales, sino que tiene unas utilidades mucho más amplias.

* Doctora en Sociología, IESA-CSIC