La Liga española, después de haber dejado bien claro por enésima vez que es la dueña de las competiciones internacionales a nivel de clubes, ha extendido sus tentáculos en una Eurocopa que, por su avaricia de aumentar el número de participantes, ha reducido su calidad en esta primera fase sólo apta para coleccionistas de rarezas, de partidos indigestos para los amantes del espectáculo en su versión más natural, la del divertimento. El torneo, por ahora, se coge con alfileres para los paladares finos. Nutre el orgullo de las selecciones menores (incluida la Portugal de Cristiano) y expone un equilibrio tramposo que se desvanecerá en cuanto los poderosos ejerzan la criba. El aburrimiento es mayúsculo, sin más novedades dignas de mención entre los favoritos que la ecléctica y renovada Italia de Conte bajo el manto de su clásico fútbol de atronadora constancia y competitividad.

Circulan jugadores en busca de gloria o de una mayor dosis de ego en este magnífico espacarate como Ibrahimoivic, Hazard, De Bruyne, Fellani, Lukalu, Arnautović, Alaba, Kanté, Sterling, Rooney, Lewandowski, Vardy, Yarmolenko, Zinchenko o Moutinho. Quieren poner la nota de color la República de Irlanda, Polonia, Islandia o la Hungría de Gábor Király, ese portero cuarentón con chándal ochentero. Siempre hay un lugar donde todo está escrito, mínimo pero lo hay, para el descubrimiento, la admiración pasajera, la ilusión de la ronda superada contra pronóstico. Sin embargo, este deporte se ha desligado casi por completo de la espontaneidad, tan previsible y horizontal, tan reo de los sistemas y entrenadores que prefieren robar el balón que tenerlo en propiedad: se premia la contundencia entre o no dentro del guión y se condena a cadena perpetua el regate, el desborde para placer de la afición. Los magos arden en la hoguera de los automatismos.

En este ecosistema con tan pocas especies por descubrir, se impone lo mejor, y por más que se empeñen en reivinidicar su idiosincrasia la Premier, la Bundesliga, el Calcio, la Ligue, o la Primeira Liga, los grandes artistas de la Eurocopa residen en la Liga española. Griezmann salvó a Francia contra Albania; Bale fue clave en la victoria de Gales sobre Eslovaquia y ayer casi acaba con Inglaterra con otro lanzamiento de falta imposible para Hart; Mustafi abrió la puerta del triunfo de Alemania frente a Ucrania; qué añadir al tanto de Modric para la fina Croacia que teje también Rakitic... En la Roja hay suficiente material autóctono para confirmar la supremacía de este campeonato sobre el resto. Dos detalles de Iniesta eclipsan al otoñal Cristiano aunque diga lo contrario la UEFA, esa señora de rancio abolengo que, como cantarían Cánovas, Rodrigo, Adolfo y Guzmán, no pude apreciar con propiedad el color de la cuestión, porque desde la barrera suele ver toros que no son y que parecen ser.