El mes de mayo es uno de los mayores atractivos turísticos de Córdoba: la ciudad seduce con innumerables encantos, patrimoniales, culturales o gastronómicos. El mayo cordobés es un factor de atracción para la ciudad, y también para la provincia, que nuestros sectores productivos tiene que aprovechar. Administraciones, empresarios, productores, y agentes sociales tenemos que colaborar para que lo que desde un punto de vista es un valor simbólico revierta en términos económicos, de creación de riqueza, empleo y bienestar para la ciudadanía.

Desde mi responsabilidad como delegado de Agricultura puedo constatar a diario los efectos positivos de esta colaboración. En el ámbito agrario, Córdoba goza de un potencial envidiable. La provincia posee una serie de productos agro-ganaderos diversos gracias a la gran extensión de superficie agraria útil y a la variedad de ecosistemas, desde la Sierra de Córdoba, donde la Dehesa domina, a terrenos más calizos, adaptados a las producciones permanentes de secano, olivar y viñedo principalmente; magníficos bujeos en la campiña, así como terrenos en la Vega del Guadalquivir, en riego, con un enorme potencial hortícola, y de cultivos anuales de riego y frutales. Las benignas condiciones climáticas y el buen hacer de nuestros agricultores e traduce en una agricultura y ganadería de extraordinaria calidad.

Igualmente, el trabajo desarrollado por empresas de todas dimensiones con el apoyo de la Junta de Andalucía hacen de nuestra agroindustria un sector pujante con un peso específico cada vez mayor en nuestra balanza comercial.

Ahora tenemos un reto en la comercialización y el consumo interno. Está muy bien y es muy saludable que nuestros producto se exporten y se posicionen magníficamente en el mercado internacional. Pero no parece de recibo que precisamente seamos nosotros quienes no disfrutemos de esa producción, valiosa desde los puntos de vista económico, medioambiental, gastronómico y de la salud.

Vienen estas reflexiones a colación precisamente cuando la Feria de Mayo acaba de comenzar porque es preciso situar en esta y en otras celebraciones a nuestros vinos de Montilla-Moriles en el lugar que por calidad merecen. Unos vinos, fruto de nuestro paisaje, profundamente enraizados en nuestra cultura andaluza y en nuestro tejido agrícola y agroindustrial. Unos vinos que año a año confirman su aprecio por el público que asiste a la cata del vino con la que se abre, en abril, la celebración del mayo cordobés. Unos vinos que ya han dicho muchas cosas en el panorama festivo, pero que no han dicho la última palabra. Las últimas palabras, porque son dos: la palabra del sector, que sabe trabajar para innovar y ofrecer productos de calidad, diversos, adecuados a las distintos momentos de consumo. Y la palabra de los consumidores, que encuentran en nuestros vinos de Montilla-Moriles el gusto, el sabor, el equilibrio, los perfiles y la sabiduría que, fruto de la citada larga tradición, recogen nuestros caldos.

Por otra parte, el vino de Montilla-Moriles, amparada bajo una de las siete Denominaciones de Origen reconocidas en nuestra provincia, hace un perfecto maridaje con los productos de las otras seis D.O.

De esta forma, la provincia es referencia de la calidad agroalimentaria, no solo de Andalucía sino de toda España. Nuestras industrias cada vez venden más y mejor, y los productos de Córdoba son más reconocidos nacional e internacionalmente, como lo muestran los numerosos reconocimientos recibidos, como los premios a los mejores aceite de oliva virgen extra y jamón del mundo y las máximas puntuaciones Parker a nuestros vinos.

En nuestra feria de mayo, los cordobeses tenemos que hacer gala de nuestros productos, presididos por el vino de Montilla-Moriles, y siempre con un consumo moderado. En esta feria abierta y acogedora, quienes nos visiten tienen que encontrar en estos vinos las esencias diferenciadoras que todos vamos buscando cuando nos desplazamos en busca de nuevos paisanajes, de nuevas emociones. En estos modos, en estos imaginarios, cabe el consumo de los vinos de Montilla-Moriles.

Pero somos nosotros, los de aquí, los que los conocemos, quienes tenemos que hacer de introductores y darlos a conocer. No se puede amar lo que se ignora. No se puede degustar lo que se desconce. Hay que hacer una oferta, una defensa, un orgullo, una presencia y una proyección de los vinos de Montilla-Moriles, ligados a las señas de identidad de nuestra provincia. Es el único camino para conseguir la excelencia y el vehículo para alcanzar una mayor prosperidad para los pueblos y para las gentes de la provincia de Córdoba. H

* Delegado de Agricultura, Pesca y Desarrollo Rural de la Junta de Andalucía