Creyeron que lo de Spain is different era solo un farol, el señuelo para que los guiris vinieran a ver los toros y dejaran divisas comprando castañuelas. ¿Qué otra cosa podríamos ofrecer que ellos no tuvieran? Pero, al parecer, Fraga, por la mala imagen que teníamos allende los Pirineos, quiso hacer descargo de conciencia, abriéndonos en canal, para que el mundo comprendiera por qué la Guardia Civil le echaba una manta por encima a la chica sueca que en bikini tomaba el sol por las playas de Marbella.

Ya estaba yo advertido de la diferencia cuando en Berlin le saqué el ticket del bus a Brigitte, alemana estudiante, como yo, de Medicina y ante mi negativa a cobrarle el importe (¡faltaba más, un caballero español!), me preguntó ofendida: --¿Es que mi dinero no vale? Y puso una cara peor que si me hubiera encaramado sin permiso a su litera. Se bajó y no volví a verla; perdí mi dinero y la perdí a ella.

Por las mañanas, en la puerta del bunker nazi reconvertido en albergue de la juventud, el lechero dejaba la leche recién ordeñada y recogía el dinero que depositábamos en una maceta. Nunca faltó nada, ni era necesario utilizar los pesaleches, como nuestras amas de casa, para detectar si estaba adulterada. ¿Cómo era posible que una cabra andaluza produjera más leche que una vaca Holstein holandesa? Pues porque a cada litro que ordeñaban le añadían otro de agua. En el hospital alemán donde practicaba, los familiares se autorregulaban las visitas para no molestar y comprendían que el paritorio no era el lugar idóneo para con una zambra recibir al retoño.

Por aquí abajo, la picaresca adquiría cartas de naturaleza entre los más desfavorecidos. Los jornaleros recogían esparto cuando llovía porque las gavillas embarradas pesaban más, y más cobraban, y cuando por cuenta ajena hacían la sementera, por cada puñado de trigo que al voleo echaban a la tierra, otro lo metían en la talega y luego lo estraperleaban. El estraperlo es un invento genuinamente español nacido en la Segunda República, y se refiere al comercio ilegal de bienes sometidos a impuestos y, por extensión, se aplica también a otros trapicheos fraudulentos. No genera arrepentimiento a quien lo practica, pues se tiene asumido que el Estado (como Pujol y Rato) es un ladrón, y quien le roba tiene cien años de perdón.

"La letra con sangre entra", decía Don Juanito, el maestro de escuela, que ponía a los niños a hacer caligrafía sin rechistar y se marchaba a la taberna. Al volver, azuzaba al chivato, premiando la traición y castigando al infractor. Ahora quieren recuperar al soplón, el que por codicia pierde la ética, para acabar con la corrupción. Los estudiantes universitarios fanfarroneaban por haber aprobado a base de chuletas sin que hubiera padre ni expediente disciplinario que lo impidiera y ¿cómo la élite podría denunciarlos si habían tocado la pandereta en "la segunda fiesta Nacional"?

Era de señorío, adquirido por la clase trabajadora, que para obtener un favor lo precedieran con un obsequio: un bedel con un jamón era solicitud de que lo recalificaran a conserje; la caja de pasteles de la limpiadora, la súplica para que a su hijo se le aprobara la última convocatoria; y el cohecho y el soborno en cestas de Navidad de los fabricantes de muebles que competían por amueblar el edificio emergente. Sin pudor ni sorpresa, el personal sanitario de los hospitales públicos robaba hasta las compresas. Y el del material fungible te ofrecía la factura real y otra a voluntad. Las farmacéuticas despilfarraban a demanda para que los médicos no prescribieran los mejunjes de la competencia y en las oposiciones españolas no escandalizaban los curricula falsos porque no se evaluaban, las plazas antes de empezar estaban dadas. Son las reglas del juego, verdad axiomática, según el profesor Botella, de los que pervirtieron la institución sin vocación, buscando el dinero la fama y el poder. El reciente nombramiento del profesor cordobés Francisco Gracia como director de la Agencia de Evaluación del Conocimiento, es la mejor garantía para iniciar la "contrarreforma" necesaria. La corrupción en España es una forma de ser, un estilo disfrazado, a veces, de respetables apariencias.

La lagartija, si se le corta la cola, la regenera, mas es un delirio pretender regenerar una democracia que nunca hubiera existido. Se necesita una nueva. Para los corruptos consolidados ya están los banquillos, por ilustrísimos culos calentados, y para las nuevas generaciones debemos incluir en nuestra Enseñanza en Valores "el corte de mangas", como el que me dio la Bye, bye, fräulein , de pura raza aria; la que jamás suplicaría la "vejación" de que antes que a ella hicieran fijo en el trabajo a su pareja.

* Catedrático emérito de la UCO (Medicina)