Un año más conmemoramos el Día Internacional de las Mujeres. Los "días especiales" en el calendario suelen existir por dos motivos; para generar un mayor consumismo o para concienciar a la sociedad de una realidad que aún no ha integrado.

Suena duro, pero después de casi ocho milenios de andadura cultural humana aún no está socialmente asimilado que las mujeres y los hombres somos iguales en derechos y dignidad. Salvo pequeñas excepciones en la historia la devaluación de lo femenino ha sido una constante; la cultura patriarcal ha infravalorado todas aquellas actividades y formas de percibir el mundo consideradas femeninas y ha excluido a las mujeres de los espacios considerados socialmente importantes.

Los trabajos relacionados con la crianza y los cuidados son infravalorados frente a los que generan beneficios económicos; la ayuda mutua y la cooperación son sacrificadas en aras de la competitividad y las relaciones de poder. Parecida suerte corre la naturaleza, reducida en este discurso a recurso al que dominar y explotar hasta el agotamiento y la completa degradación.

En gran parte del mundo a las mujeres se nos considera en minoría de edad; se nos niega el derecho a la educación, a casarnos libremente, a tener o no tener hijos, a conducir, a tener propiedades, a salir de casa sin el consentimiento de un hombre. El 70% de las personas pobres en el mundo son mujeres. Dando un paso más en la aberración cultural, las mujeres son mutiladas, violadas, maltratadas, utilizadas impunemente para mera satisfacción sexual, asesinadas. Según la OMS siete de cada diez mujeres sufre o sufrirá algún tipo de violencia en algún momento de su vida a manos de hombres, seres humanos igual que nosotras.

En España, a pesar de que las jóvenes están mejor preparadas, sufren una mayor tasa de paro, existe discriminación laboral por ser mujer y potencialmente madres, el reparto del trabajo familiar y doméstico sigue siendo muy desigual, los medios de comunicación transmiten un modelo cultural en el que la estética pasa por ser el valor más deseable para una mujer. La violencia machista crece de modo que 2015 se cobró 57 víctimas, según fuentes oficiales. En otros cómputos, como el que maneja la Plataforma Cordobesa Contra la Violencia a las Mujeres la cifra aumenta a 66 mujeres asesinadas, ya que las organizaciones de mujeres consideramos que la Ley Orgánica de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género limita, en su artículo 1, la definición de este tipo de violencia a la que se ejerce dentro de la pareja o expareja y deja fuera otras manifestaciones de poder del hombre sobre la mujer, como el acoso sexual o el que se produce en el trabajo. En lo que llevamos de año, apenas dos meses, ya han sido 11. Un porcentaje importante de jóvenes muestran comportamientos machistas sin ni siquiera ser conscientes de ello. Así se desprende de diferentes investigaciones como la llevada a cabo por el Estudio Agora, o el estudio de la socióloga Carmen Ruiz Repullo Voces tras los datos: una mirada cualitativa a la violencia de género en adolescentes que nos muestra tres conclusiones fundamentales: la violencia física que sufren las adolescentes puede ser tan severa como la que sufren las mujeres adultas, pero a diferencia de lo que suele ocurrir con estas últimas, esa violencia no surge siempre cuando la relación se extiende en el tiempo, sino desde el primer momento; el control tecnológico está tan extendido en la adolescencia que no levanta sospechas; y la inmensa mayoría de las víctimas adolescentes sufre violencia sexual, camuflada por el "falso consentimiento" y condicionada por el modelo de sexualidad imperante.

Desde el ecofeminismo, la Red Equo Mujeres de Córdoba reivindicamos un cambio de modelo de desarrollo que ponga en el centro la vida, una vida que merezca ser vivida. Que respete la naturaleza, que visibilice la interdependencia humana y los trabajos de cuidados que son mayoritariamente realizados por mujeres debido al reparto sexual del trabajo. Que se modifique este reparto del trabajo y de los tiempos reconociendo la importancia y el valor que tienen. Proponemos un modelo económico decrecentista no patriarcal, que termine con la desigualdad entre hombres y mujeres, y con todo tipo de desigualdades sociales. Porque somos conscientes de los límites del planeta y de que no es posible producir o transformar los recursos naturales indefinidamente y por tanto estamos explotando y expoliando a la naturaleza, y porque somos conscientes de la explotación que sufren la mujeres al realizar mayoritariamente ellas los trabajos para el mantenimiento de la vida.

* Coordinadora de la Red EQUO

Mujeres Córdoba. Firman también

M Jesús Infante e Isabel Calvo, pertenecientes a la RQM