Tal día como hoy del año 1936 murió en Salamanca el insigne Don Miguel de Unamuno, la piedra angular de la Generación del 98, aquel vasco que se pasó la vida escribiendo 'Contra esto y aquello', mi guía espiritual desde que hace más de 60 años leí por primera vez sus famosas novelas 'Niebla' y 'Amor y pedagogía'. En su recuerdo me complace reproducir las palabras que Don Miguel pronunció en su último discurso público el 12 de octubre de ese mismo año con motivo de la celebración de la 'Fiesta de la Raza' (Día de la Hispanidad y aniversario del descubrimiento de América). En aquel acto que presidía el mismo don Miguel y doña Carmen Polo (esposa del ya generalísimo Francisco Franco), acompañados por el gran escritor José María Pemán y el obispo de Salamanca y tras una intervención del profesor de la Universidad don Francisco Maldonado, en la que atacó violentamente a Cataluña y Euskadi, se produjo un incidente entre el público asistente con el general Millán-Astray a la cabeza que provocó las palabras de Unamuno que reproduzco textualmente:

"Estáis esperando mis palabras. Me conocéis bien, y sabéis que soy incapaz de permanecer en silencio. A veces, quedarse callado equivale a mentir, porque el silencio puede ser interpretado como aquiescencia. Quiero hacer algunos comentarios al discurso --por llamarlo de algún modo-- del profesor Maldonado, que se encuentra entre nosotros. Dejaré de lado la ofensa personal que supone su repentina explosión contra vascos y catalanes. Yo mismo, como sabéis, nací en Bilbao. El obispo --dice Unamuno señalando al obispo de Salamanca--, lo quiera o no lo quiera, es catalán, nacido en Barcelona. Pero ahora acabo de oír el necrófilo e insensato grito "¡Viva la muerte!" y yo, que he pasado mi vida componiendo paradojas que excitaban la ira de algunos que no las comprendían he de deciros, como experto en la materia, que esta ridícula paradoja me parece repelente. El general Millán-Astray es un inválido. No es preciso que digamos esto con un tono más bajo. Es un inválido de guerra. También lo fue Cervantes. Pero desgraciadamente en España hay actualmente demasiados mutilados. Y, si Dios no nos ayuda, pronto habrá muchísimos más. Me atormenta el pensar que el general Millán-Astray pudiera dictar las normas de la psicología de la masa. Un mutilado que carezca de la grandeza espiritual de Cervantes, es de esperar que encuentre un terrible alivio viendo cómo se multiplican los mutilados a su alrededor".

"Este es el templo de la inteligencia, y yo soy su sumo sacerdote. Estáis profanando su sagrado recinto. Venceréis, porque tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no convenceréis. Para convencer hay que persuadir, y para persuadir necesitaréis algo que os falta: razón y derecho en la lucha. Me parece inútil el pediros que penséis en España. He dicho".

En ese momento el general Millán-Astray se levantó y gritó: "¡Muera la inteligencia! ¡Viva la Muerte!".

Y eso incendió a un grupo de falangistas exaltados que se fueron contra Unamuno, y no con buenas intenciones. Don Miguel, aquel día se salvó porque la mujer de Franco lo cogió por el brazo y en su compañía pudo salir indemne del salón de actos. España estaba ya en Guerra Civil.

Julio Merino

Periodista y miembro de la

Real Academia de Córdoba