Casi 10 millones de personas (9,7) siguieron el pasado lunes el cara a cara de los líderes de los, por ahora, dos principales partidos políticos españoles. Doce televisiones conectaron con un debate que no está claro que en el futuro vuelva a repetirse en este formato a dos, ante los cambios políticos que se auguran. Hasta la estética del plató instalado en la Academia de la Televisión y el desbordado moderador parecían evocar otros tiempos. La puesta en escena para reafirmar que el bipartidismo sigue aquí, a mayor gloria de PP y PSOE, de Mariano Rajoy y Pedro Sánchez, acabó pareciendo su epílogo, con Pablo Iglesias y Albert Rivera frotándose las manos tras las bambalinas.

Con todo, el cara a cara tuvo su historia. Allí acudían un Rajoy que hacía su única concesión a un debate en campaña, dispuesto a cubrir el expediente y a no exponerse ante un Sánchez que no lograba alzar el vuelo y que había quedado diluido en el debate a cuatro de la primera semana, que alcanzó 9,2 millones de espectadores. Parapetado durante cuatro años tras su mayoría absoluta y el tan comentado plasma, Rajoy ha perdido reflejos. Para cuando se dio cuenta de que su contrincante iba a por todas y no a un tranquilo intercambio de pareces, ya se había encontrado con unos cuantos mandobles. El ciudadano que quiso aclararse con el debate, difícilmente lo logró: guerra de cifras y de ¡y tú más! Pero si algo ayudó a Pedro Sánchez a llevarse el combate a los puntos fue precisamente la contundencia de su actitud. El cómo pesó más que el qué. Sacar a Rajoy de sus casillas, a menos de dos metros de distancia y ante las cámaras, haciéndole personalmente responsable de las toneladas de corrupción del PP o cuestionar las parciales lecturas de las cifras de paro o de la Seguridad Social, le resarcía de las sesiones parlamentarias de estos años en que el presidente había salido indemne, amparado en el manejo de los tiempos y en su mayoría. Seguro que el alicaído simpatizante socialista, con el voto aún dudoso, dio un brinco ante el televisor.

¿Habrá decantado voto este debate? Por el momento, Pedro Sánchez ha salvado con el cara a cara una bola de partido hasta el domingo, aunque son muchas las voces que critican sus formas, el que llegase al insulto personal hacia el presidente del Gobierno y que no manejase el acoso al contrincante --obligado desde su posición de aspirante-- con más habilidad y menos agresividad. De hecho, la primera parte del debate pudo haber resultado más fructífera para el argumentario del lider socialista que la segunda, de mayor dureza en la expresión. Rajoy puede contentarse --indignación personal aparte-- con que al núcleo duro de su menguada mayoría de votantes no le afectan según qué críticas, que parecen amortizadas en cuanto a su efecto en la intención de voto, y los dos partidos emergentes, con la impresión de haber visto pasar el cadáver del bipartidismo. Todos contentos.