Como era de prever, el escándalo generado por la manipulación de los motores diésel de Volkswagen tendrá consecuencias mucho más allá del inadmisible hecho en sí mismo. Para la marca alemana ha supuesto en cuatro días la dimisión de su presidente, una remodelación de su cúpula directiva, que afecta a su filial Seat, unos daños económicos en concepto de futuras multas e indemnizaciones y, lo que es peor, la pérdida de credibilidad de una marca que basaba mucho de su prestigio en estar a la vanguardia con unos vehículos extremadamente respetuosos con el medio ambiente. Se evidencia ahora también uno de los principales males de la economía, la pérdida de confianza del mercado: los consumidores y los inversores. Un intangible que puede provocar gravísimos daños a todo el sector del automóvil, como se refleja estos días en las caídas en bolsa. Aún no conocemos todos los modelos del grupo alemán afectados, ya que el motor diésel trucado (EA189) es empleado por la matriz, y también por Seat, Audi y Skoda, pero hay una duda comprensible: si la marca alemana ha sido capaz de tamaña estafa, ¿será la única? Francia ya ha ordenado una investigación propia y reclamado que la UE tome cartas en el asunto para asegurar que el resto de fabricantes cumple con las normas. Bruselas no ha sido diligente en el control.