Un informe de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) señala que más del 25% de los jóvenes de Grecia y España de entre 16 y 29 años podían ser considerados "ninis", que ni estudiaban ni trabajaban, en el 2013. El Instituto Nacional de Estadística (INE) dice que uno de cada cinco españoles (el 22,2%) y uno de cada tres menores de 16 años viven bajo el umbral de la pobreza y que el 45% no puede ir de vacaciones fuera de casa al menos una semana al año. Si la sociedad del euro, que ha empobrecido a media España, enriquecido a la otra mitad y ha convertido a nuestros hijos en emigrantes sin papeles y sin cotización en su propio país, sin un horizonte de trabajo estable y, a lo sumo, con la esperanza conjunta de grupos que se dan aliento en esos espacios de coworking (cotrabajo) donde la desesperación del futuro se reparte entre quienes están ocupados bajo el mismo techo por ver si la unión de soledades les anima ¿quién se extraña de los resultados electorales? Hace cuatro años, por mayo del 2011, la indignación juvenil acampó en el centro de Madrid y decidió hacer una democracia más participativa, alejada de los férreos comités de las siglas oficiales del bipartidismo (que ellos llamaron PPSOE) y del dominio de los bancos, indignación que se agigantó cuando más tarde la ola de corrupción dejó el panorama de tristeza de una España robada de la que había desaparecido la ética. Se dudaba mucho hace cuatro años de si era posible canalizar ese descontento de la muchedumbre. Y las recientes elecciones municipales han dado la respuesta precisamente en grandes urbes como Madrid y Barcelona. La indignación nacional puede regir los ayuntamientos de las dos principales capitales de España. Y en esto que salen los otros indignados, los que llevan viviendo tiempo del poder, a decir más o menos que después de ellos, el caos. La presidenta de Navarra, Yolanda Barcina, cree que los resultados del 24-M nos van a llevar a la Alemania previa a Hitler, a la Venezuela actual o a la Argentina de Perón, y Esperanza Aguirre desempolva la palabra soviets.

Menos mal que el ministro de Exteriores, José Manuel García-Margallo, que es del PP, ha puesto algo de cordura ante quienes se escandalizan porque entre en los ayuntamientos el compromiso de quienes se indignaron el 15-M del 2011: ha certificado que no suponen un peligro para la democracia, cuyo significado parece que algunos han olvidado: una forma de organización social que atribuye la titularidad del poder a la sociedad, de la que Podemos también forma parte.