Hace unos días me contaron --de buena tinta-- una anécdota ocurrida en el ayuntamiento de Córdoba hace años, en los tiempos de Julio Anguita.

Había un arquitecto municipal llamado José Rebollo, fallecido hace tres o cuatro años ya muy anciano. Según tengo entendido, era muy competente, servicial y honrado en su trabajo.

Llegaron nuevos tiempos y nuevas tecnologías, y de la noche a la mañana en el Ayuntamiento se implantaron esas maquinitas absurdas de fichar con una tarjeta electrónica la hora de llegada y de salida, en clara desconfianza hacia el trabajador, mediante las que se hace pasar a justos por pecadores tratando a todos los empleados como si fuesen potenciales infractores y contándolos como ovejas de un rebaño.

Cuando le comunicaron al viejo arquitecto que debía someterse a ese sistema de control presencial, aquello le disgustó y planteó la posibilidad de que a él no le aplicaran esa muestra de desconfianza por cuanto siempre se había comportado con generosidad hacia el ayuntamiento respecto a su tiempo, excediéndose del estricto horario y con voluntad permanente de ayudar en todo.

La respuesta fue inflexible: había que fichar, sin objeción a negarse a ello.

El arquitecto pasó por ese trago y desde ese día empezó a fichar.

Pasadas unas semanas, un sábado por la tarde recibió una llamada del Ayuntamiento. Se requería su presencia por un asunto de su competencia de carácter urgente. La fuente que me ha contado la historia no sabe precisar exactamente de qué asunto se trataba, al parecer era un edificio que amenazaba ruina.

A pesar de que por su carácter servicial le costó dar la respuesta, esta fue en el sentido de comunicar a quien estaba al otro lado de la línea telefónica que hiciera el favor de no molestarle en su descanso, pues su horario de trabajo había terminado a última hora de la mañana del viernes, a esa hora había fichado de salida, y hasta el lunes a primera hora no le correspondía ir al trabajo y fichar de nuevo.

El lunes a primera hora el alcalde Julio Anguita le llamó a su despacho y escuetamente le dijo: "Señor Rebollo, no es necesario que usted fiche en adelante".

Hay que observar que los aparentes logros organizativos no lo son tanto en la realidad. Existe sin embargo un aspecto que no quiero dejar de tratar por encima sobre el aparente sentido común del alcalde, manifestado en querer rectificar el sistema de fichaje, que lejos de controlar a los empleados incumplidores, se volvía en contra del propio Ayuntamiento en una situación de emergencia.

Lo que movió a Julio Anguita, al fin y al cabo animal político, a tomar esa decisión, fueron consideraciones utilitaristas y de conveniencia a la maquinaria municipal, sin importarle las relativas a la consideración personal y presunción de la buena voluntad de ese empleado y la confianza en él. Si hubieran existido esas consideraciones, habría extendido a todo el personal la medida de no fichar, y no lo hizo.

Este modo de actuar es propio, no solo de un animal político, sino de una mentalidad socialista. No se si Anguita será marxista leninista, marxista stalinista, kruchevista, brezneviano, andropoviano, chernienkiano, gorvachovista o mediopensionista. En todo caso, un rojo, para que nos entendamos, es decir, alguien que considera que el valor de una persona radica en el grupo al que pertenece y no en su propia dignidad individual como persona, independientemente de su condición social.

Los que nos movemos por el espectro anarcoliberal captamos enseguida estos errores de las mentes socializantes, que no huelen ni de cerca el valor prioritario de la dignidad de la persona individual, que demanda una sociedad basada en la confianza y no en el control de piezas. El gran error de nuestra época, y de otras, es el socialismo, y se requiere una buena dosis de inteligencia para no dejarse llevar por él.

Una última apreciación: Los rojos no son sino socialistas de izquierda. Los llamados fascistas son también socialistas, pero de derechas. Socialistas todos, con mentalidad de pertenencia al grupo en vez de apreciar el valor individual, incrédulos de la libertad y responsabilidad personales.

* Arquitecto