En una de las paredes de La Taberna de las Bodegas Campos hay un cuadro dedicado a San Rafael. Si yo fuera el gerente del negocio, ya hubiera puesto al lado del arcángel la foto de otro Rafael, el que comió justo ahí la semana pasada, Rafael Ruiz Serrano. Y lo pondría porque en ese mismo sitio lo despedimos no solo como quien ha sido nuestro jefe de servicio de Ordenación Educativa, sino porque es la persona en quien mejor hemos aprendido, a puro ejemplo, la pertinencia de los tipos de liderazgo que propugna Daniel Goleman y sus teorías de la inteligencia emocional. Un Rafael fieramente humano que ha encarnado la mejor forma de trabajar basada en el liderazgo de la conducta y su traslación al rendimiento laboral y de empresa. Y, lo mejor de todo, es que este Rafael nuestro ha ejercido su liderazgo pedagógico de una forma intuitiva, inconsciente, como la de los buenos árbitros. No voy a insistir en todas las cosas que se dijeron cuando lo despedimos, todas ellas justas y necesarias por ciertas, sería redundante, ahorrémosle más rubor. No, solo quisiera apuntar su tremenda, lúcida y sincera apuesta por la formación del profesorado y su talante caracterizado por el especial don de ver las cosas desde la perspectiva más sensata. Déjenme, finalmente, traer aquí algunos de sus propios versos: "No es posible pasear por estas calles / sin encontrar... / el doloroso hueco de una ausencia". Y también: "... pasear juntos cogidos de la mano / y ver pasar mansamente los días". Así de enorme es el hueco que dejas, Rafael Ruiz Serrano, y así esperamos que sean tus días venideros, mansos y felices. Gracias.

* Profesor