La Mezquita-Catedral, tal como hoy la contemplamos, y la Medina Azahara que hoy visitamos, son el producto de una labor dificultosa, pero imprescindible, de intervenciones recuperativas, estudios, investigaciones y normativas de protección que la administración pública, con más o menos vicisitudes, ha ido asumiendo a lo largo del tiempo, junto al compromiso de transmitir estos conocimientos y hallazgos a la sociedad, a través de sus instituciones culturales, publicaciones científicas y demás actividades divulgativas.

Es evidente la presencia de la administración pública en los procesos de conservación y transmisión de este patrimonio en su pasado más inmediato. En la actualidad, a todos nos consta que los temas que están relacionados con el mantenimiento, protección y difusión del legado histórico --ya sea el llamado artístico o el de la propia naturaleza-- requieren inversiones políticas --no siempre económicas-- en el "largo plazo" y que este largo plazo encaja mal con el "tempo" de la rentabilidad política de los votos. Esta dinámica del "devenir político" de la democracia, reclama, para su buen funcionamiento, la cultura política de los ciudadanos --de la cual en España sufrimos la sequía de los 40 años del franquismo--, cultura que por un lado alimenta la conciencia crítica y por otro ayuda a desvelar aquellos aspectos que no son de una evidencia inmediata, pero que pueden ser cruciales para el mantenimiento de la vida humana en este ya pequeño mundo nuestro.

El hecho de que estas dos referencias, Mezquita y Medina (que corresponden a la época que según el historiador Chueca Goitia fue la más importante de la Historia de España y transcendental para la Historia de la Arquitectura) se encuentren en nuestra ciudad, creo que nos implica como ciudadanos cordobeses tanto en el debate político como en el plano de la cultura.

El "acontecimiento arquitectónico" que es la Mezquita-Catedral hay que considerarlo como uno de los casos más singulares dentro del campo de las tipologías arquitectónicas porque contiene el caso particular, quizás único en el mundo, de una catedral cristiana que no tiene fachada al exterior, y por otro el de una mezquita que ya no es el espacio neutro, genérico --vacío de cualquier narración figurativa-- que caracteriza a las construcciones islámicas, al incluir en su interior la construcción cristiana.

En un sentido simbólico y metafórico, la Mezquita-Catedral podría ser considerada hoy como una unidad espacial y espiritual en la que los dos dogmas religiosos, el cristiano y el islámico, que más han influido en nuestra cultura occidental, ceden sus "fundamentos" a la idea de un Dios relativista más universal y actual.

En el debate civil que en estos momentos se está planteando respecto a los títulos de propiedad de la Mezquita-Catedral el obispo de Córdoba hace una declaración con argumentaciones de tipo religioso y en este terreno habría que hacer una serena reflexión.

Es evidente que a la Iglesia católica le cuesta vivir en un mundo moderno y en el clima de laicismo que le caracteriza. Estamos en una sociedad multicultural y por consiguiente igualitaria y neutral respecto de las éticas de las diferentes culturas ¿Puede la Iglesia imponer hoy sus dogmas, incluso a quienes no son creyentes, en oposición al principio del laicismo, de la tolerancia y de la misma caridad? ¿Podemos pensar que el mundo actual está dispuesto a aceptar la religión de las "veritas" metafísicas, teológicas, morales y dogmáticas, frente a la religión de la "caritas"?

Pero la realidad es que la predicación de la Iglesia dirigida a dictar su verdad sobre las cosas de la naturaleza, del ser humano, de la sociedad, de la familia, de las instituciones, no es escuchada con seriedad ni por los propios fieles cuando dictamina sobre el aborto, los preservativos, la investigación genética con fines terapéuticos y tantas otras cosas.

Desde la pluriculturalidad de la sociedad civil actual se constata el peligro de los llamados fundamentalismos religiosos. En este sentido la Iglesia católica debe dejar de seguir considerando como sociedad ideal aquella en la que existe un Dios que es el fundamento de la convivencia humana y en la que ella es reconocida como la voz que habla en su nombre.

Gran parte de la filosofía contemporánea está basada en la superación de la metafísica, aunque la Iglesia persiste en la exigencia de una metafísica monoteísta que considera inseparable del cristianismo. Sin embargo, es en la experiencia de un Dios diferente, un Dios que no es el de las verdades absolutas, donde hoy están los cristianos que viven en este mundo de multiplicidad de culturas y en el que quieren que impere el precepto de la caridad frente a la pretensión de pensar lo divino como absoluto y como única verdad social.

Reflexionando, pues, acerca de la Mezquita-Catedral --Patrimonio de la Humanidad-- es pertinente ahora hacernos la siguiente pregunta: ¿Quién está en mejores condiciones para ejercer un dominio sobre ella, que sea neutral para las diferentes culturas del mundo actual, la sociedad civil o una confesión religiosa que ya no es hoy mayoritaria?

* Arquitecto