Hace unas décadas, una cantante se hizo famosa unida al instrumento que tocaba. Le sirvió para un único éxito, pero la verdad es que le estiró para bastante tiempo, tanto que aún sirve para animar algún karaoke o algún establecimiento frecuentado por turistas longevos de larga estancia en España. El único éxito de la artista en cuestión duró un verano pero el tono pegadizo de la melodía y la insustancial de la letra le permitió estirar su presencia en el mercado y hasta salir con éxito al extranjero, aunque si por algo aquello le deparó beneficios a la cantante era porque la melodía que marcaba el acordeón que portaba permitía dejar detrás su anodina voz y, sobre todo, seguir sin dificutad la coreografía específicamente creada para el intrascendente tema. Pocos no habrán caído a estas alturas que me refiero a María Jesús y su acordeón y a El baile de los pajaritos . Pues bien, la táctica que la teniente de alcalde del Ayuntamiento de Córdoba Ana María Tamayo está llevando a cabo en el proyecto municipal de regulación horaria de aparcamientos en la vía pública, la conocida como "zona azul", es lo más parecido a esa insulsa canción.

En primer lugar, ni Tamayo ni el equipo de gobierno al que pertenece disponían de un proyecto de lo que querían hacer en este tema. Le sonaba la música y empezaba a moverse el cuerpo, pero sin una dirección cierta. Que si "zona azul" (un brazo por aquí), que si "zona verde" (un brazo por allá), que si en todos sitios (un pie para delante), que si casi en ningún sitio (un paso para atrás).

Podría pensarse que en el comienzo de los movimientos de la regulación horaria de los aparcamientos Ana María Tamayo estuviese ensayando La Yenka , otro baile verbenero más antiguo que el de los Pajaritos , pero no, lo que la concejala estaba haciendo era moverse de un sitio a otro sin orden ni concierto, porque ni se conocía la letra ni la coreografía de lo que quería hacer. Tamayo no tenía plan alguno para la "zona azul", al igual que no tenía plan para Cruz Conde, ni para la circulación de los autobuses, ni para la accesibilidad en la ciudad. Primero no tenía nada. Después puso a los demás a trabajar, es decir, a sus técnicos, que hicieron un buen trabajo y un buen diseño que sirvió de base para que se discutiese sobre ello. Más tarde faltó al respeto al Consejo Asesor de Comercio del Ayuntamiento de Córdoba al no presentarse a presentar la propuesta. Más adelante hizo suya una propuesta muy parecida a la que la Federación de Comercio había presentado y, por último, ha dado cajonazo a todo para no hacer nada.

Argumentar después de habernos tenido entretenidos durante meses que la actualización de la regulación horaria de los aparcamientos de una ciudad como Córdoba, ya sea en su modo de "zona azul" como en el de "zona verde", se va a quedar nada menos que dos años paralizada porque la concejala entiende que representantes de comerciantes y de vecinos no hemos llegado a un acuerdo es una excusa de tan escasa cualidad política que pone de manifiesto la ausencia de tono político de quien la expone.

La concejala Tamayo debería saber que comerciantes y vecinos no tenemos que ponernos de acuerdo en nada. Podremos dialogar, compartir, también estar de acuerdo, pero la que tiene la obligación de gobernar es ella, la que se ha presentado y ganado unas elecciones y la que, en consecuencia, forma parte del gobierno de la ciudad de Córdoba.

Comerciantes y vecinos podremos dialogar, compartir y estar de acuerdo. O no. El sistema democrático da a cada uno su papel y a quien gana las elecciones le inviste de la legitimidad necesaria para ejercer el gobierno, que es lo que no está haciendo la concejala Tamayo y lo que le permite el alcalde que la nombró nada menos que para cinco delegaciones (movilidad, accesibilidad, transportes, mujer e igualdad) y le delegó la presidencia de Aucorsa. Si la doctrina Tamayo se aplicase en todos los campos, en esta ciudad desde las elecciones municipales de 2011 ni se hubiesen subido los impuestos, ni proyectado un multimillonario recinto ferial en el Pabellón de CajaSur, ni probablemente se hubiese cambiado de sitio un banco o siquiera plantado un árbol, porque exigir que quienes no tenemos la obligación de gobernar, sino la de facilitar la interlocución social, estemos de acuerdo en todo lo que vaya a hacer el gobierno municipal, más que una utopía es una entelequia. Por eso, lo que ha hecho la concejala es coger el acordeón y bailar una coreografía absurda, anodina e insustancial para los intereses de la ciudad. Quizás en la idea de Tamayo con su acordeón hoy sea día de fiesta, como dice la canción, y su deseo sea bailar sin parar para mantenernos entretenidos, pero ni los cordobeses la pusieron en su responsabilidad para eso ni parece que nuestra economía esté para ponerse a seguir una melodía de karaoke.

* Presidente de Comercio Córdoba