Hace un par de semanas un colega periodista me señalaba disimuladamente al portavoz de un colectivo--plataforma--federación ciudadana (con guiones entre las palabras, como le gustaba a Francisco Umbral) descalificando sus palabras sobre la pobreza, todo ello porque aquel hombre "vive de eso". Claro que, me puse a pensar yo, en cierta manera de la probreza en todas sus formas viven todos los que ayudan a los pobres. Es decir, la pobreza sirve para dar de comer a tantísimos monitores, formadores de cursillos, asistentes sociales... Y si me apuran, monjas, curas, el Papa, colectivos sociales de cualquier pelaje, la mitad del funcionariado del mundo y todos los políticos porque, a fin de cuentas, si viviéramos en una sociedad idílica y no hubiera problemas como los que acarrean la pobreza, no haría falta políticos, por ejemplo. O sea, que casi todos somos a la vez solidarios y al mismo tiempo vivimos del pobre, más aún en estas fechas navideñas con tantas campañas solidarias de todo tipo, desde las más bienintencionadas a otras que son publicidad pura y dura para el que la organiza.

Un ejemplo: ayer me dio vergüenza ajena ver como en una cadena de televisión se elogiaba a una pijita de familia bien que no ha hecho nada más en su vida que vivir de la fama y el dinero de sus padres y de alguna exclusiva, dedicando algo del tiempo libre a esa solidaridad de quien le gusta el campo pero sin bichos, a la que no le importa el dinero porque sabe que papuchi y mamuchi tienen pasta de sobra y nunca le faltará de nada, que cree que solo pasa apuros los negritos de toda la vida de Africa, con las moscas justas en la comisura de la boca para no estropear la foto de los paparazis que siguen a esta famosa en su calculada gira. Una persona que, según oí, hace viajes supersolidarios por todo el mundo mientras sigue una dieta estricta y chipiguay de vitaminas para mantener su cutis.

En fin: supongo que entre la madre Teresa de Calcuta y esta megapija que escuché ayer tiene que haber un término medio para la auténtica solidaridad, más aún en estas fechas prenavideñas.

Quizá, como en todo, la medida de la solidaridad sincera sea la que pone el sentido común y el intentar ser lo más honrado posible con uno mismo y con los demás. Que bien mirado, tampoco es nada fácil. En todo caso, desconfiemos de algunos que en estas fechas también derrochan supuesta solidaridad.